El control de los seres humanos

El control de los seres humanos

Rubén Darío escribió en el poemario “Azul” que “la maldición de los pobres es el vientre de las mujeres”. No sé si se trata de la primera piedra del control de la natalidad, surgido antes de comenzar el siglo XX.
Ni la historia, ni los textos enjundiosos, ni los sesudos y profundos estudios de científicos dedicados a trabajar para beneficio de la humanidad, han sido producidos por los pobres, por los rotos, por los desposeídos.
Pocas veces en la Historia los que no tienen nada que perder han sido legisladores que creen políticas de Estado que permitan justificar, premiar y condenar a los violadores de las leyes.
Quienes sí han tenido la sartén por el mango han sido los que tienen mucho que perder, los de arriba, los explotadores, los que se alzaron hace mucho tiempo con el santo y la limosna, los que desde siempre han estado por encima de la ley, respaldados por sus ejércitos, por sus policías, por sus legisladores, por sus jueces, por sus religiosos.
Esos, que han realizado todo tipo de diabluras al amparo de sacristías cómplices, de jueces que aplican la ley con un ojo abierto, con la obediencia de militares y policías que cumplen órdenes y disposiciones que atentan contra sus propias míseras vidas, los que desalojan campesinos sin tierra y pobres de solemnidad, la construcción de cuyas casas precarias fueron permitidas en días previos a nadie sabe cuántas elecciones nacionales, esos imponen su voluntad y hacen y viven como les da la gana, amparados por una impunidad que parece no tener fin.
Esos permanentes violadores de las leyes, situados, según su creencia, por encima del bien y del mal, mantienen el número de descendientes mediante periódicos abortos que contribuyen, en muchos casos, a los preparativos previos a cirugías especializadas para diseñar el físico de cuerpos de ensueño.
Pero para ellos, no hay ley, no hay sanción moral ni económica ni legal, porque para eso conservan la sartén por el mango nadie sabe desde cuándo. Esos cuentan con la complicidad bien pagada de médicos y personal subalterno a quienes, les callan la boca con un puñado de papeletas.
¿Alguna vez recuerda hacer visto un juicio a una niña bien a quien se le practicó un aborto para ocultar un embarazo indeseado, aunque la joven y el feto gocen de buena salud y no presenten ningún inconveniente para un parto normal?
Algunos se dan tantos golpes en el pecho que se le va a hundir.
No quisiera, líbreme Dios, que sea estuprada una sobrina, nieta, hermana del más recalcitrante cura cuyas posiciones contra el aborto sean radicales.
Ante la disyuntiva…

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