Si no nos mata el maldito coronavirus Covid-19, de seguro que lo hace la negligencia e ignorancia local. El mundo está en alerta, la Organización Mundial de la Salud habla de pandemia con más de 100 mil personas infectadas, en Italia cerraron las universidades y escuelas, poblados norteamericanos en cuarentena y pueblos fantasmas en China. ¿Por qué no hay alerta nacional? Una sola y sencilla respuesta: falta de educación.
En República Dominicana las autoridades improvisan medidas estúpidas porque no saben ni supieron qué hacer para controlar la pandemia del #coronavirus Covid-19, pero tampoco saben los médicos realizar un diagnóstico certero cuando está en etapa asintomática, ni los agentes aplicar medidas contundentes en los puertos y aeropuertos. ¿Qué se ha hecho? Pintar una línea a unos metros de distancia y preguntarles a los pacientes el historial de vuelo. Si el viajero miente, no pasa nada. ¿ Y si tiene el virus asintomático? Que pase el siguiente por favor.
Tampoco los periodistas saben la distancia y cuidado para entrevistar a infectados. Es tan abundante la ignorancia que usamos mascarillas disfuncionales mientras saludamos con efusivo abrazo al que nos topa en el transporte público. La mascarilla es para uso del enfermo, la intención es que sus fluidos no se compartan, para el que no tiene nada es un gasto innecesario que solo ancha el bolsillo de los vendedores.
Las iglesias católicas ya quitaron los abrazos de paz y dar la hostia en la boca, pero el virus también se propaga con un estornudo, o si un infectado se limpia la boca o nariz con la misma mano con la que se agarra del banco compartido, o si un enfermo te brinda algo de comer que empezó a consumir. Esto es un virus infeccioso y como tal es de fácil reproducción.
Los cuerpos castrenses no han recibido ningún entrenamiento sobre cómo evitar el contagio, no se les ha entregado kit alguno de supervivencia y mucho menos se les ha informado del contacto directo con los ciudadanos. Los paramédicos no están preparados para asistir una emergencia de esta índole, tampoco las emergencias de los hospitales porque en gran medida carecen de agua potable, jabón y papel de baño. Si los médicos se quejan de que ni siquiera guantes tienen, cómo diablos creen que la epidemia se va a controlar.
Pero donde más se nota la ignorancia popular es en la población del día a día, en el pregonero, el chofer, el empleado informal, la doña del café, los hijos de machepa. Aquí se habla de política y pelota mientras se prepara la comida; se bebe romo a pico de botella y la hookah se disfruta más si comparten la manguera; y qué decir del Metro y las guaguas de la OMSA en las horas pico… La gente cree que con moringa, mentol y limón se cura todo, pero esta vez no.
¿Qué ha hecho el Estado?
El Ministerio de Salud Pública ha gastado los dos pesos que tenía de presupuesto en campañas tardías para promover una higiene insípida porque no hay suficiente agua potable, no queda un gel desinfectante en las farmacias, no hay dispositivos de prevención y pronto el jabón de cuaba se agotará. El propio ministro no maneja los datos certeros del tema, se contradice por ignorancia, por falta de información, por carencia de pupitre.
El caso reciente de una señora que recién llegó de Italia pone de manifiesto la incompetencia oficial. El titular de Salud dijo que ella se escapó del hospital donde fue recluida, pero no explicó cómo lo hizo ni cuáles son las medidas de seguridad que se toman para evitar que los pacientes hagan lo que les venga en gana. Ella no presenta síntomas, sin embargo, si es cierta su infección, imagine la cantidad de gente que tuvo contacto con ella en ese trayecto. ¿Quién la dejó salir? Por ahí debió iniciar.
Otro de los posibles casos es el de un menor con el que las autoridades están, dicho por ellos, “negociando” la entrega del paciente al hospital. Hablamos de una pandemia, de una enfermedad que tiene el planeta en vilo y aquí se negocia con los pacientes si entran en supervisión o no. Cuando hay alertas contagiosas los derechos de libre tránsito disminuyen.
Antes de que entrara el primer infectado se debieron tomar medidas contundentes, instalar equipos de detección de fiebre en los gates de entrada y salida, disponer de trajes y equipos inmunes para los servidores portuarios, disponer de un área de atención primaria para los posibles enfermos y, si no son de nacionalidad dominicana, enviarlos de regreso a sus países. Vuelos que llegaran de ciudades con brotes de coronavirus, cuarentena hasta descartar posibles infectados. Se hizo con cruceros, pero la vigilancia no fue suficiente, sobre todo con un personal que no sabe a qué se enfrenta ni cómo hacerlo.
Vivimos en un país sumamente hospitalario, agradable y afable, la gente dominicana baila con quien sea, abraza a cualquiera y come de la misma cuchara del vecino. No estamos formados para enfrentar una pandemia contagiosa, no nos educaron para saber que la moringa y el ajo hervido no curan el Covid-19, no nos han enseñado a lavarnos las manos antes y después de comer, no nos han dicho que al estornudar se usa el antebrazo o un pañuelo personal.
En síntesis, ese bajo nivel educativo nacional es el mejor vehículo para que nos jodamos todos, y digo todos. ¿Ven por qué es indispensable elevar la educación? Nunca han querido que pasemos de un sexto curso de primaria y las consecuencias se verán en lo adelante. Cuando este virus se propague ni el «Padre Nuestro» nos salvará de esta.