En la “Sala Manuel Rueda” de las Escuelas de Bellas Artes, fue presentada en una adaptación teatral de Natalio Grueso, bajo la dirección de Manuel Chapuseaux, la novela “El coronel no tiene quien le escriba”, del gran escritor colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, 1982.
Convertir la palabra escrita en escritura escénica, es un proceso creativo arriesgado, especialmente cuando se trata de una obra que marcó toda una época; nos resulta difícil luego de haberla leído, verla representada, aunque la adaptación desde nuestro punto de vista, ofrece una experiencia teatral única que mantiene el espíritu del drama.
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El argumento existencial de Márquez, de contradicciones y confusiones, nos cuenta la historia del coronel, héroe de mil batallas, que ha esperado en su pequeño y empobrecido pueblo, por veinte años, su prometida y merecida pensión, pero no llega, mientras la miseria, la desesperación y la tristeza por la pérdida de su hijo se van apoderando de él, sin embargo, sigue siendo fiel a sus principios e ideales.
Comparte su vida con su esposa y con otros personajes, el doctor, el abogado, el acaudalado señor Sabas son parte de su entorno. “El Gallo”, es esencial en la historia del coronel, es el eslabón último que lo une a su hijo, es un símbolo de esperanza, pero para su esposa es solo un pájaro, que le recuerda la muerte de su hijo.
La puesta en escena
Manuel Chapuseaux, no dirige por primera vez una obra de Gabriel García Márquez, en noviembre del año 1995 no solo dirigió, también adaptó su cuento “La Increíble y Triste Historia de la Cándida Eréndida y su Abuela Desalmada. El acercamiento con la obra de este autor, le permite elaborar una puesta en escena realista y atractiva. La escenografía funcional, creada por Angela Bernal, nos conecta con la mísera vivienda del coronel y con otros espacios; sin grandes artilugios el escenario recrea el ambiente perfecto, destacando un surrealista telón de fondo.
Uno de los grandes retos de un director es la escogencia de los actores y lograr que den vida a los personajes, es aquí donde Chapuseaux obtiene su mayor logro. El actor Orestes Amador, da vida al coronel con una actuación intensa, solvente, refleja su preocupación, su angustia, con gestos y movimientos elocuentes y una voz rica en matices, con pinceladas de humor, provocando a sonrisa del público. Definitivamente este es una de las grandes interpretaciones de este versátil actor.
La esposa, es una mujer asmática, amargada por la muerte de su hijo y la realidad de su mísera existencia. Elvira Taveras en una actuación sobresaliente, proyecta la imagen perfecta de este personaje, con momentos de gran dramatismo, haciendo de la ironía un recurso válido y relajante. Los eternos enfrentamientos con el coronel saturados de reproches en el que el gallo es objeto de discusión, logran una gran expectación, ella quiere vender el gallo para mitigar el hambre, el coronel dubita. La pareja logra una estupenda conexión actoral.
El Doctor, atiende a la esposa, pero es además un informante sobre la realidad de los acontecimientos, Henssy Pichardo en una actuación verosímil, refleja el carácter un tanto tímido del personaje. El abogado, es la esperanza del coronel, maneja el asunto de la pensión, aunque no se muestra muy optimista, excelente actuación de Jovany Pepín.
Don Sabas, representa lo opuesto, es un rico potentado, materialista, sin ideales, solo le interesa el dinero, el coronel acude a él para venderle su gallo, su oferta es una tentación; Augusto Feria, proyecta el personaje en su justa dimensión semántica. La actriz Cindy Galán en sus breves y precisas intervenciones, interpreta a la esposa de Sabas y la empleada del correo, al que acude el coronel todos los viernes, con la esperanza de recibir la carta, que nunca llega.
El director pauta el ritmo de la acción, estructura el tiempo, el silencio, crea expectativa. A manera de prólogo, recrea una escena fantástica, envuelta en el sonido acariciante de un chelo en la que aparecen el hijo, representado por Julián Suazo Gerónimo, el coronel y el gallo omnipresente. La magia continúa hasta la escena final conmovedora, es una metáfora, la esperanza no se pierde, el gallo no se vende.
La agudeza visual de Manuel Chapuseaux, gran maestro de la escena, ha logrado una representación realista envuelta en la magia, fiel al ideal estético de García Márquez. Esta obra debe seguir en escena, para ser disfrutada por los amantes del teatro.