El costo de la torpeza

El costo de la torpeza

La de Honduras es una crisis prohijada por las torpezas. Así, en plural. De un Presidente torpe y de una reacción extrema igualmente torpe.

Hay que ser muy, pero que muy torpe, en la lectura política de una situación para,  con la oposición de todos los actores institucionales y fácticos, de los partidos políticos incluyendo el suyo propio, insistir en llevar a cabo una “consulta popular” sin autorización y en contravención a lo establecido en la propia Constitución (Artículo 5 Constitución de 1982).

Por demás, en la pretendida “auscultación”  se pretendía preguntar sobre el cambio a la reelección cuando explícitamente se establece que “incitar, promover o apoyar el continuismo o la reelección del Presidente de la República” implica la pérdida de la calidad de ciudadano (Artículo 42 Constitucional).

La torpeza compitió con la torpeza. En el Congreso de Honduras había suficiente fuerza política para proceder a la acusación de Zelaya y llevarlo a juicio ante la Corte Suprema de Justicia. 

Tan solo el Partido Liberal,  el de Zelaya (63 escaños) y el Partido Nacional, en la oposición (55) contaban con el 92% de la totalidad de la matrícula (128). Solo cuatro de los cinco diputados del minoritario UD (Unificación Democrática) apoyaban al Presidente. Si disponían de esa base tan amplia ¿por qué procedieron a apresar al Presidente y, en pijamas,  enviarlo de madrugada a Costa Rica?  Eso nadie lo entiende.

En cualquier república constitucional existen disposiciones para enjuiciar al Presidente. En Honduras por igual. Entonces,   si se hubiesen  dado pasos en esa dirección  se habría alcanzado el propósito. Pero utilizaron a los  militares desatando el sólido y unánime rechazo de la comunidad internacional. Sin la intervención militar no se hubiere podría hablar de golpe. 

Hay interrogantes que no han sido dilucidados. Uno de ellos es sobre Estados Unidos. En Honduras tienen  enorme poder disuasivo. Su peso es impresionante en ese país. Si hay un gobierno y un Presidente que cuenta con torrentes de información fina, precisa y desmenuzada es el de Estados Unidos. El golpe no fue una sorpresa. Días antes hasta Insulza lo había advertido. ¿Cómo fue posible que su personal “in situ” no haya dejado ver expresamente a esa gente  cuál sería su reacción?

Una cosa es cierta más allá de las curiosidades: el Presidente Obama ha sido lineal y sostenido en la condena del golpe y en la reposición de Zelaya. La Clinton habló de inmediato y en su equipo hay coherencia de posiciones.  La insistencia de Obama alimenta la ilusión de Zelaya que pide una restitución pura y simple y una salida absoluta de los que están en Tegucigalpa.

Lo que sí resultó inteligente fue sacar de Washington los reflectores al ubicar las conversaciones en Centroamérica, y más en Costa Rica, país muy querido, de gran aceptación entre los americanos con un Presidente Arias con suficiente prestigio, experiencia y equidistancia para ocuparse del asunto.

Está claro que la crisis no se va a resolver en dos días. Sin embargo,  el tiempo, en vez de dañar, puede ayudar. A Zelaya le cuesta mucho mantener el tema vigente y al gobierno en Honduras el aislamiento le hará sudar sangre. 

Las posiciones iniciales tienden a ser rígidas pero algo de flexibilidad debería seguir.  Para iniciar,  ambas partes deben empezar a reconocer sus errores. Zelaya no habla de sus desatinos; solo pretende que sean los otros que lo hagan. 

Ya la lección a los potenciales golpistas en el continente está dada. Con restitución o sin ella.

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