El cerebro humano es capaz de cambiar su estructura, su función a través de la “plasticidad”, lo que implica que las neuronas no son entidades estáticas sino cambiantes por el pensamiento activo que logra esos cambios; esta es la llamada plasticidad cerebral, en razón de que el plástico es flexible. Es decir que el estudio, el aprendizaje, la cultura, la lectura, etc. promueven que las neuronas aumenten en su actividad funcional y que de igual manera aumenten las conexiones entre ellas las llamadas sinapsis, generando nuevas áreas funcionales en las células neuronales. Lo que implica que el cerebro es capaz de cambiarse a sí mismo a medida que avanzamos en nuestras vidas, si lo motivamos, lo usamos y lo dotamos de mayores recursos.
Corresponde al neurocientista Mark Rosenzweig, de la Universidad de California, en Berkeley, haber estudiado a ratas en entornos estimulantes y no estimulantes y, en el curso de las autopsias había descubierto que los cerebros de las ratas estimuladas tenían más neurotransmisores (sustancias que las neuronas usan para su comunicación), eran más pesados sus cerebros, y presentaban mejor riego sanguíneo que aquellas procedentes de entornos menos estimulantes. Fue uno de los primeros científicos que comprobó la neuroplasticidad, demostrando que la actividad neuronal estimulante, puede generar cambios en la estructura cerebral.
Aparte de las manifestaciones cerebrales del covid que implican: insomnio, cefaleas, olvidos, depresiones, ansiedades, mareos, pérdida del gusto y el olfato, meningitis, encefalitis, hasta los derrames cerebrales. Hoy ante la realidad de esta pandemia, se presenta un nuevo elemento que altera la plasticidad: se ha comprobado que aun en pacientes que lo han padecido en forma benigna, el virus puede producir daño en áreas cerebrales parecidas a las que se presentan de manera natural al paso de los años, es decir que acelera la atrofia cerebral y puede producir déficit cognitivo leve.
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Ya hemos conversado de lo que se ha denominado “niebla mental”: es la condición donde hay alteración de la memoria, la concentración, dificultad para encontrar las palabras correctas, problemas de atención, tristeza inexplicable, abrumarse con tareas fáciles, severa fatiga, apatía sexual y poca rapidez para responder comandos adecuadamente. Pacientes que han padecido un covid benigno, se ha demostrado que algunos experimentan el “aceleramiento” del envejecimiento cerebral.
Un estudio inglés publicado hace una semana en el Journal Nature, el más grande hecho hasta la fecha sobre el tema, con unos 800 participantes determinaron que había disminución de la sustancia gris y algunas anormalidades en otras áreas del cerebro (corteza órbito frontal, áreas del olfato y de la memoria), con pérdida de un 0.3% de su tejido cerebral en los que padecieron esta condición cerebral.
Se valoraron de 4 a 5 meses luego de la infección, se comparó la imagen con iguales en edad, condiciones médicas y sociales. Señaló el principal autor de la investigación, Dr. Gwenaelle Douaud, profesor asociado de la Universidad de Oxford, Inglaterra, que los investigadores se quedaron sorprendidos de que esto sucediera en los pacientes aun con covid benigno, se ha demostrado que pueden experimentar el aceleramiento del envejecimiento cerebral. Se necesita de más tiempo para determinar si estos cambios serán permanentes o temporales con la ayuda de la neuroplasticidad.