República Dominicana ha ido construyendo su crecimiento económico, durante los últimos 42 años de relativa estabilidad, sustentada básicamente en los aportes de la iniciativa privada.

Es indudable que las inversiones del empresariado han sido determinantes en el fomento de la industria y el comercio y, como lógica consecuencia, en la creación de empleos.

Esa dinámica empresarial no puede acreditársela ningún gobierno en particular, aunque sí en un momento dado la estabilidad propiciada ha sido factor de indudable peso en el progreso que se ha registrado.

Contamos con una sólida producción industrial que, a fuerza de tropiezos y una feroz competencia externa, se ha ido consolidando y cubriendo la demanda interna de productos y servicios.

Si no hemos logrado penetrar con mayor fuerza y éxito en los mercados externos obedece, justo es consignarlo, a una tímida posición de cierto sector industrial para adecuarse a las innovaciones que impone la modernidad.

Un simple vistazo a la circulación de vehículos pesados por nuestras carreteras y avenidas, nos pueden dar una noción de cómo se mueve la economía dominicana.

Según las estadísticas a mano, a diciembre del 2006 el país contaba con 286 mil 236 vehículos de carga; 14 mil 535 volteos y 14 mil 293 máquinas pesadas movilizándose por toda la geografía.

La industria láctea, de cárnicos, bebidas gaseosas y alcohólicas, farmacéutica y la producción agrícola ocupan lugar preponderante y decisivo en el progreso registrado, y que pocos países de la región pueden exhibir hoy con orgullo.