El crimen visto con ojos de economista

El crimen visto con ojos de economista

POR JOSÉ LUIS DE RAMÓN
A Herbert Stern y Manuel Tejada

El país está padeciendo una situación de criminalidad que requiere ser analizada con rigor. Los diagnósticos de la situación y sus soluciones no pueden estar basadas ni en opiniones al gusto de cada quien, ni en mitos, esas inexactitudes que, a base de repetírnoslas comienzan a parecer verdades. No podemos perder  vidas, tiempo y recursos económicos en acciones, quizás útiles, pero poco relevantes.

 Veamos al crimen con ojos de economista.

 Primero lo primero: ¿qué está pasando, en realidad?

En la prensa del 7 de enero de 2006 se recoge un reporte de estadísticas de la Procuraduría General de la República, donde se analiza el crimen en los años 1999-2005.

Para simplificar el análisis, concentrémonos en el peor de los crímenes: la muerte violenta. De acuerdo a este reporte de la Procuraduría, en 2001 por cada 100,000 habitantes se cometían 12.9 muertes violentas; en 2005 se cometieron 26.8 muertes violentas.

Si descontamos de este número esa forma original nuestra de causar muertes violentas que es el ?intercambio de disparos? (437 muertes en 2005), el ratio es de 24.7 muertes por cada 100,000 habitantes.

La brutalidad de las cifras requiere pocos comentarios. El dominicano tiene hoy más del doble de probabilidades de que lo maten que hace cuatro años.

Nos han inducido a pensar que el crimen violento refleja simplemente la cara fea de la urbe, de la modernidad, que es un precio a pagar por “desarrollarse”. Nada más hay que ver las películas, los muñequitos y las series americanas: Violencia y más violencia. De hecho, hay teorías que explican el aumento de la criminalidad como consecuencia de la modernidad.

¿Hasta donde esto es verdad? ¿O es uno de esos mitos, que nos contamos y nos creemos los dominicanos, que “este es el país de Dios” y nos lo están dañando?

Este no ha sido nunca “el país de Dios” en lo que se refiere a crimen violento. Es verdad que por cada muerte violenta en nuestro país se cometen dos en Puerto Rico y casi seis en Colombia, pero cero en Japón y media muerte en Costa Rica o en los Estados Unidos.

Comparémonos con los “malos: En el pico de criminalidad (1980), en el New York de la mafia, se cometían  12.7 muertes por cada 100,000 habitantes y en la Florida de la droga, 14.5. En 2005, en la RD se cometieron 26.8 muertes violentas.

¿Crimen y modernidad? Mientras el crimen violento per cápita ha crecido exponencialmente en RD, en Estados Unidos la criminalidad ha descendido notoriamente: de 10.2 muertes violentas por cada 100,000 habitantes en 1980, éstas se han reducido a 5.5 en el 2000, y el ratio se mantiene para 2004. La tasa de crimen contra la propiedad también se redujo a la mitad en el período mencionado.

Para la teoría de crimen y “modernidad” se ha encontrado poca evidencia empírica (Ver: Neapolitan, 2003)1

Otra gran teoría explicativa del crimen es la del “estrés producido por las condiciones económicas” del individuo y de la sociedad. Crimen violento y pobreza están altamente correlacionados, como está ampliamente documentado.  Otros autores señalan que las desigualdades del ingreso son factores aún más determinantes (Barro, 2002)2

Lo cierto es que, estadísticamente, el perfil del súper-criminal, el “súper-predador” es el siguiente: pobre y marginado, joven, violento, hijo de niña-adolescente y criado sólo por su madre.

Siempre se ha pensado que para bajar el crimen se debe de aumentar el precio de la criminalidad (el castigo); pero también la teoría económica nos indicaría que para que haya menos crímenes, tendrían que haber menos pobres, especialmente los que corresponden al perfil del “super-predador”:

Los americanos están evaluando que han hecho bien para haber bajado a la mitad su tasa de criminalidad. La generalidad de los investigadores americanos acepta dos causas como principales en la reducción del crimen en Estados Unidos;

La primera pone los pelos de punta y consiste en que, sin premeditación, se sacaron de la población estos súper-predadores “porque no nacieron”. Como consecuencia de la legalización del aborto y el aumento consecuente en la interrupción de embarazos no deseados, muchas madres no criaron hijos en ambientes proclives al desarrollo de súper-predadores, según el perfil presentado. (Donohue y Levitt, 2001)3

Es oportuno aquí señalar que la literatura económica demuestra también que reducciones en la tasa de natalidad aceleran el desarrollo económico.

En lo personal, estoy radicalmente en contra del aborto. Pero estoy muy a favor de que haya menos pobreza y menos pobres y eso incluye apoyar efectivas campañas de prevención de la natalidad para la población en general, pero especialmente para niñas y adolescentes.

Corroborando el argumento de criminalidad y “estrés producido por las condiciones económicas”, en el país, el crimen ha acompañado a la crisis económica. Basta compararlo con dos variables representativas como son la inflación y la tasa de crecimiento del PIB. (Lo que no quiere decir que la inflación causa la criminalidad, ni que el crecimiento del PIB nos va a hacer santos a todos).

Del 1999 al 2001, “años económicamente buenos”, el crimen per cápita bajó de 14.9 a 12.9 muertes por 100,000 habitantes. En el 2002, creció un 14%, en el 2003, un 30%, en 2004, un 34% y en 2005, cuando se tranquilizaron las cosas a nivel macroeconómico y se retomó el crecimiento, el crimen sólo creció un 4%.

Cuando hay estabilidad de precios, el crimen violento crece despacio y hasta se reduce; cuando la inflación se dispara, se dispara la criminalidad.

Lo mismo pasa con el crecimiento; cuando la economía está creciendo, la tasa de crecimiento de la criminalidad se reduce y hasta se torna negativa.

En los Estados unidos se verifica una segunda gran causa que explica con calidad econométrica el descenso del crimen: el aumento del número de policías al servicio de las ciudades (no de extraordinarias técnicas policiales; simplemente del número de policías).

Las conclusiones son evidentes: Para luchar efectivamente contra la criminalidad, hacen falta: 1) campañas efectivas de control de la natalidad entre niñas y adolescentes; 2) más policías y 3) estabilidad macroeconómica, crecimiento y distribución del ingreso.

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