LILY LUCIANO
l.lciano@hoy.com.do
Sin dudas el desayuno es la comida más importante del día. No hay nada mejor que iniciar la jornada diaria con un buen desayuno y qué mejor que un croissant para tales fines. Este panecillo puede ser acompañado con jugos, leche, café o chocolate, y siempre cae bien.
El croissant no es un simple tipo de pan: arrastra una historia. Se cuenta que este pan en forma de media luna nació, precisamente, en Viena. Según la historia, en 1683 el Imperio Otomano (actual Turquía), quiso invadir el Imperio de Austrohúngaro, que en aquellos momentos era la puerta de entrada en Europa. Viena resistió un asedio larguísimo y finalmente los otomanos acabaron derrotados.
Para celebrar la victoria, el gremio de pasteleros de Viena quiso crear un pastel conmemorativo. Se convocó un concurso y el jurado escogió una pequeña pieza, en forma de media luna, símbolo del Imperio Otomano.
El nuevo pastel tuvo un éxito rotundo en toda Europa, sobre todo en Francia, enseguida lo llamaron lune croissant (luna creciente), pero como el nombre era demasiado largo, se quedó en croissant.
Los pasteleros vieneses, siguiendo las huellas del croissant, elaboraron otros tipos (¡de entre la infinidad de dulces de los que está compuesta la pastelería vienesa!), siempre de la misma forma: así aparecen el vanillekipfert, un croissant aromatizado a la vainilla; el mandelbögen más pequeño, pero aromatizado a la almendra; el mohnbeugel una pasta rica de semilla de amapola o la pasta del nussbeugel que lleva nueces y miel, todas en forma de media luna.
El croissant en Francia
Desde entonces el croissant invadió Europa y el mundo, hasta que los franceses, lo hicieron suyo, dándole la nacionalidad y oficializándolo con este nombre. Hay que reconocer que los pasteleros y panaderos franceses lo preparan de maravilla, casi confirmando que solo ellos lo saben hacer bien, ¡sabroso y crujiente! En efecto, en Francia, por la mañana, el croissant es un ritual en el desayuno francés.
De vez en cuando. Aunque es rico delicioso comerlo recién hecho y mojado en un café con leche, el croissant es un alimento que reúne todos los requisitos para ser excluido de una dieta saludable. No pasa nada por tomarlo de vez en cuando, ya que también es un pecado privarse por completo del croissant tan exquisito, pero dadas sus características nutricionales siempre debería comerse como algo excepcional. Así que no se prive de comer este rico panecillo de vez en vez.
La receta
Croissant clásico
3 libras de harina de trigo
2 cucharadas de sal
4 onza de leche en polvo
libra de azúcar
libra de margarina mantequilla
1 onza de levadura
3 tazas de agua
30 onzas de pasta para empastar
Preparación
Mezcle bien la harina, la sal y la leche en polvo. Agregue los demás ingredientes y amase durante diez minutos hasta lograr una buena elasticidad. Coloque la masa enharinada y con ella forme un rectángulo de 20 x 40 centímetros. Cubra una tercera parte de la masa con la pasta para empastar. Déle una vuelta sencilla, extienda la masa y forme un rectángulo de 80×40 cm, déle una vuelta doble y extienda otra vez, hasta conseguir un grosor de medio centímetro. Corte tiras longitudinales de 18 centímetros de ancho, luego corte con triángulos y forme los croissants.
Ponga en fermentación y deje reposar la masa para que se enfríe y aumente su tamaño durante treinta minutos. Brille con huevo batido y hornee durante 15 minutos a 250 grados. Esta receta tiene un tiempo de preparación de media hora como máximo si tiene a mano todos los ingredientes.