El cuarto centenario de «El Quijote»

El cuarto centenario de «El Quijote»

POR R.A. FONT BERNARD
Las Españas -Castilla, el País Vasco, Cataluña, Galicia y Andalucía-, han iniciado desde los primeros días del presente año, la conmemoración del Cuarto Centenario de la publicación del primer tomo de «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha». La segunda parte, publicada con el título de «El Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha», fue publicada diez años después, el año 1615, en Valencia, «en la casa de Pedro Patricio Mey», según consta en la portada de la misma. La primera edición, la del 1605, fue dedicada, conforme a los usos de la época, al «duque de Mégar, Marques de Gibraleón, Conde de Benaldeaga, Vizconde de la Pueblo a de Valcazar, Señor de las Villas de Cajillas, Ciruelo y Burguillas».

La primera edición, coincidió con varios acontecimientos históricos y literarios, de carácter universal. Entre ellos, la publicación de los dramas «El Rey Lear» y «Macbeth» de William Shakespeare. Y la destrucción de las poblaciones de Montecristi, Puerto Plata, Bayajá y Yaguana, en la isla de Santo Domingo, con el alegado interés de las autoridades españolas de la época, de «evitar el contrabando que sus moradores sostenían con países negadores de la fé católica, principalmente los holandeses». Fue «un error histórico» según lo expone el licenciado Manuel A. Peña Batlle, en su obra titulada «La Isla de la Tortuga», atribuido al Gobernador español Don Antonio Osorio, para extinguir el comercio de los habitantes de la isla, con los ingleses, los holandeses y los franceses. «El contrabando -escribió el licenciado Peña Batlle-, tenía en aquel momento una larga historia».

El mismo año de la publicación del primer tomo de «El Quijote», fue prestamente traducido a varios idiomas europeos, principalmente el alemán, el belga y el italiano. Unas reproducciones, favorecidas por la difusión del sistema tipográfico/móvil, inventado por el impresor alemán Johann Gutenberg, pues con anterioridad, la impresión de los libros, estaba a cargo de los monjes especializados, enclaustrados en los Conventos.

Los dos tomos de «El Quijote» se diferencia fundamentalmente, y la segunda hasta resulta mejor que la primera. En el primer tomo, a la trama principal se van intercalando episodios y aventuras, que poco o nada, tienen que ver con la narración original. En el segundo tomo, en cambio, la acción se ocupa únicamente de los personajes centrales: Don Quijote y su escudero Sancho Panza, lo que aumenta considerablemente el interés de la lectura.

Como se sabe, la filosofía del «Ingenioso Hidalgo», se manifiesta en los consejos que aquel da a Sancho Panza, para su comportamiento como gobernador de la «ínsula Barataria». «No cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso, que la del compasivo. Y si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el pesos de la dádiva, sino con el de la misericordia». Y en lo relativo a la salud, «come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo, se fragua en la oficina del estómago.

Es extraño que a la fecha, nuestros doctas corporaciones, rectoras de la cultura en el país, no se hayan manifestado, en solidaridad con las conmemoraciones españolas. Hasta donde sabemos, los filólogos de nuestro país no se han referido a la ausencia del lenguaje indígena en la máxima expresión de la literatura universal que es el «El Quijote». Tal vez se deba a la particularidad, de que para el año 1605, la lengua española aún estaba en su formación, no obstante que el año 1492 fue publicada la obra titulada «El arte de la lengua castellana», de Antonio Nabija, la primera de las gramáticas realizada sobre una lengua entonces aún virgen. De no haber sido así en el idioma castellano remozado, hubiesen menudeado las palabras indígenas «ají», «hamaca», «huracán», «aje», «anamú» y muchas más.

En la última página de «El Quijote», Don Miguel de Cervantes afirma que con este libro se proponía un único objetivo, «poner en aborrecimiento de los hombres, las fingidas y disparatadas historias, de los libros de caballería».

Una observación de nuestro erudito Pedro Henríquez Ureña, en su obra titulada «Las Corrientes literarias en la América Hispana», revela que el principio del siglo XVII, uno de los síntomas de la locura del héroe de Cervantes, es el de cambiarse el nombre, mudando el simple Alonso de Quijano por el de Don Quijote cuando en España de esa época, el tratamiento de Don, estaba reservado exclusivamente, para la nobleza.

En la actualidad «El Quijote» es, después de la Biblia, el libro más vendido, y como tal, más traducido en la historia de la cultura universal. Anterior a él, Cervantes había escrito sin fortuna, varios otros, entre los que figuran los títulos de «La Galatea», «El Licenciado Vidriera», «La Ilustre Fregona»; «Novelas Ejemplares», y otros.

El año 1805, con motivo de la conmemoración del tercer aniversario de la magna obra, Rubén Darío escribió, su celebrada «Letanía a Nuestro Señor Don Quijote»:

«Caballero errante de los caballeros,
barón de varones, príncipe de fieros,
par entre los pares, maestro, salud.
salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
entre los aplausos o entre los desdenes,
entre las coronas y los parabienes,
y las tonterías de la multitud.

De rudos malsines,
falsos paladines,
y espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa que sacia
su canallocracia.
con burlar la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia,
¡líbranos, Señor!

Don Miguel Cervantes y Saavedra falleció el 25 de abril del 1616, en la población de Alcalá de Henares. Había nacido en Madrid, el 6 de octubre del 1547.

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