Conocí a Cuchito Álvarez a través de su hermano Jaime, compañero de promoción cuando cursábamos la carrera de Derecho. En ese entonces también conocí a su madre, doña Catalina, venerable dama de finos modales y a la madre de ésta, a quien llamaban cariñosamente La Abuela.

Pero fue  a partir de una ocasión fortuita, que ahora no viene al caso referir, que fue sellada nuestra amistad, la cual se extendió a mi hermano, el doctor Héctor Mateo, con quien cultivó una fraternal amistad hasta el fin de su vida.

En cuanto a su trayectoria periodística, fue un modelo a seguir que como dijo el Presidente de la República:

“Orientaba con sabiduría a la opinión pública nacional, con sentido de equilibrio, sensatez y con mucho sentido común”.

Cuchito deja una estela de cariño en todos los que tuvimos el placer de conocerlo, por lo que estará permanentemente en nuestros recuerdos.

Lamenté infinitamente no estar presente por motivos de salud, para darle mi postrer adiós de cuerpo presente.

Pero a doña Matilde, a sus hijos Jaime, Emil y Mario y demás familiares, ni más sentido pésame.