El cuento de la cotorra

El cuento de la cotorra

En ocasiones somos demasiado exigentes, duros, intolerantes, impermeables contra los gobiernos. El gobierno del Partido de la Liberación Dominicana que encabeza su dirigente Danilo Medina aún no tiene los 100 días que se le conceden a las administraciones en lo que cogen el paso.

Resulta extraño que los peledeístas han resultado mejores discípulos y herederos de Joaquín Balaguer que de Juan Bosch.

¿En qué baso esa afirmación?

El librito de gobierno de Fernández obedece al clásico león se zarpa rápida, para toda acción, que guarda la garra bajo una postura de “demócrata” cuya escuela comenzó antes de que Maquiavelo compendiara sus experiencias y observaciones en un texto que, desde entonces, sirve para justificar cualquier tropelía cometida contra los ciudadanos.

Esa es la escuela que siguen Fernández y Medina.

Con Trujillo vivo y en salud, Juan Bosch le ofreció en Cuba a Balaguer que se quedara a presidir el exilio, luego le brindó la Presidencia de la República, de una y otra manera y le sirvió como segundón.

Balaguer le respondió que estaba sentado bajo la mata esperando que la fruta cayera en sus manos, como ocurrió, así llega Danilo al poder, cuando sólo quedan la cáscara y la semilla a las cuales no se les dan uso.

Las aguas del río se agostan, mantenerse en el poder a toda costa requiere, entre otras cosas, de pagar, corromper, pudrir, envilecer a muchos, en un intento de brillar desde el pantano putrefacto.

Como el Ratón Mickey en la película “Fantasía” el “Aprendiz de Brujo” llamó tanto las aguas hasta que estas lo ahogaron, no se sabe si como venganza o como premio.

Lo cierto es que Leonel, artista del birlibirloque, equilibrista de palabra envenenada,  encantador de serpientes, ha quedado evidenciado como lo que es: un hombre a quien sólo le interesa su beneficio personal, prueba de ello es que baila en medio de una danza de millones obtenidos al amparo del poder. A nadie le cabe alguna duda del origen de esa fortuna que exhibe.

El derroche, el dispendio, la francachela, el robo, el ejercicio pleno de la corrupción más extendida pasan factura y la resaca le cuesta al país 187 mil millones que nos enamoran para que creamos que debemos pagar porque los “inteligentes” gobernantes del PLD merecen que nos auto flagelemos.

En el juego de niños se formaba una trampa con los dedos índice y mayor, colocados de modo que se formaba un hueco y se invitaba a otro a que metiera el dedo, a ver si la cotorrita estaba ahí y al meter el dedo, le hincaban la uña de manera artera.

¿Qué paguemos los platos? Nosotros no los rompimos. Que envíen a la cárcel a los desfalcadores.

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