El cuidado de la casa común de los dominicanos

El cuidado de la casa común de los dominicanos

Francisco, un Papa decidido a ser atípico, ha vuelto a cautivar al mundo con la Carta Encíclica “Laudato Si”. Aunque echamos de menos citas provenientes de mujeres teólogas –solo se citan varones- y el recurso a los principios ancestrales de los pueblos aborígenes para quienes lo ecológico forma parte esencial de su ética de vida, se trata de la primera Encíclica dedicada exclusivamente al tema medioambiental y una de las pocas que –por el hecho de tratar un tópico que no concierne solo a quienes profesamos el catolicismo ni siquiera solo a los cristianos- está dirigida “a cada persona que habita este planeta”, a todos los que, “hechos de polvo cósmico» (Carl Sagan) como todos los seres del globo, habitamos en esta “hermana nuestra madre tierra” (san Francisco de Asís), en esta gran “casa común”, hechura, en palabras de la oración tradicional maya, del “Gran Creador”, quien es el “Corazón del Cielo” y el “Corazón de la Tierra”.

De entrada, llama la atención cómo el Papa, a pesar de que -en sintonía con la doctrina social de la Iglesia Católica que, desde hace más de un siglo cuando emergió en Europa la “cuestión social”- critica fuertemente el modelo económico del capitalismo salvaje, no cae en la tentación de adscribirse a lo que el presidente Danilo Medina valiente y apropiadamente ha llamado fundamentalismo ecológico. Ello explica por qué la única referencia en esta Encíclica a la minería es cuando llama la atención sobre “la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre”. Queda clarísimo entonces que el Papa en modo alguno apoya los movimientos locales y globales tendentes a eliminar la llamada megaminería, la minería metálica a cielo abierto y, en sentido general, toda industria extractiva. Parecería que el Papa concuerda con la nueva izquierda sudamericana (Lula-Roussef, Chávez-Maduro, Correa, Morales, Ortega), la cual estaría dispuesta a adoptar un nuevo extractivismo progresista, que sacrifica parcialmente la conservación medioambiental, en aras de motorizar un crecimiento económico que contribuya a financiar las ayudas a los sectores más empobrecidos. Prueba de ello son los grandes proyectos mineros en Ecuador y Bolivia, los planes de represas en la Amazonia, el canal de Nicaragua y el sacrificio ambiental provocado por el régimen bolivariano en el estado venezolano de Zulia. Este neoextractivismo se presentaría como un desarrollismo “con rostro humano” que se enfrenta a los movimientos verdes y comunitarios.

El Papa también critica la hipocresía de muchos ecologistas cuando afirma que “no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada. Esto pone en riesgo el sentido de la lucha por el ambiente. […] Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad”.

Aunque el Papa enfoca mayormente su atención en los grandes problemas globales del medio ambiente como el cambio climático y la necesidad de que lo medio ambiental sea un eje fundamental de las relaciones internacionales, “Laudato Si” contiene reflexiones que son importantísimas para la cuestión medioambiental en República Dominicana. En primer término, encontramos el problema de la contaminación producida por la basura: desde Nápoles hasta República Dominicana, “la Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”. Segundo, el acceso al agua potable, la escasez de agua, la contaminación de las aguas subterráneas, y “la calidad del agua disponible para los pobres que provoca muchas muertes todos los días”. Tercero, la degradación de la calidad de la vida humana y de nuestras ciudades, afectadas por el caos del transporte, el hacinamiento, la contaminación visual y acústica, el desorden urbanístico y la ausencia de espacios públicos y áreas verdes. Cuarto, la necesidad de preservar el trabajo. Y por último, aunque no menos importante, el Papa señala la gravedad de la falta de viviendas y apunta que no tener techo propio afecta la dignidad de la persona y el desarrollo de las familias.

“Laudato Si” debería estimular a nuestras autoridades a diseñar y ejecutar políticas públicas en estos cinco ejes (basura/agua/ciudades/trabajo/vivienda) que enfrentan la peor contaminación que es la contaminación por la pobreza, a los cuales añadiría la necesidad de prohibir totalmente la extracción de arenas de los ríos así como la tala de bosques. Estos problemas, a pesar de que tienen un mayor impacto ambiental que, por ejemplo, un eventual desarrollo minero de Loma Miranda o la actual explotación de Pueblo Viejo, en donde Barrick se ha hecho cargo del enorme pasivo medioambiental creado por la desidia e irresponsabilidad del Estado que no clausuró conforme las normas nacionales e internacionales una mina de cielo abierto, son groseramente soslayados por el yihad ecológico, preocupado tan solo por las grandes causas ecomediáticas. Y es que, lamentablemente, muchas veces, como afirma el Papa, “lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo que menos interesa […] es preservar el ambiente y cuidar a los más débiles”.

 

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