POR BIENVENIDA GONZÁLEZ
Las últimas etapas de la vida en nuestros padres suelen estar acompañadas de dolencias y enfermedades físicas, con situaciones a veces muy difíciles en su manejo. Lo raro serÍa que no padeciesen de algo. Los clásicos dolores en el cuerpo (donde no valen ni los remedios caseros), los problemas cardiacos, dificultades en la visión, diabetes, son los síntomas mas comunes a ellos; sin dejar de mencionar la presencia de estados de tristeza, soledad e inadecuación que en su mayoría experimentan.
Estas sintomatologías no quedan solo con ellos, toda la familia esta involucrada, y, máximamente los hijos. Recordemos la expresión: Hay que tener los hijos para la vejez.
Junto al interés por la salud de sus padres, los hijos se preocupan, generan ansiedades e impotencia y ni que decir, de las tensiones propias de estas dinámicas.
Situaciones
La ausencia real de recursos económicos para brindar lo mejor.
La falta de tiempo, una de las limitantes de la época.
Las distancias, sean estas físicas (migraciones, viviendas muy apartadas), o emocionales (aquellos hijos resentidos por descuidos pasados de sus padres para con ellos), generan sentimientos de impotencia.
Lo cierto es que cuales fueren las situaciones, el momento de cuidar la salud de los padres que ya no tienen la habilidad o están próximos a perderla, llega, es algo tan puntual como la salida y la puesta del sol.
Sugerencias
Asumir el compromiso de amor para cuidar a los padres que nos cuidaron.
Elaborar estrategias de cuidados (quien o quienes estarán a cargo), de tal manera que resulten óptimas.
No descuidar la asistencia médica, (esto no debe negociarse), y la alimentación (esta variará de la ordinaria para el resto de la familia).
Propiciar entre todos los lugares posibles, el mejor y el que tenga menos riegos de peligros, caídas etc.
Trabajar para entender lo mas posible ese mundo de los padres. ¡Cuanta creatividad les acompaña!; Luchan en una actitud de negación por resistir la verdad de la vejez, y a veces realizan cosas que nos dejan atónitos.
Al pasar el tiempo, nuestros padres pierden habilidades físicas y emocionales para cuidarse a sí mismos; entonces toca básicamente a los hijos asumir este compromiso.
Los nuevos tiempos ofrecen cuidados especializados de enfermería y/o personas entrenadas en esta labor. También los hogares de ancianos prestan estos servicios, (sin que necesariamente esto sugiera que no tienen familia, como suele creerse en determinadas circunstancias).
Como etapa de la vida que llega, se precisa y sugiere a la vez: pre- agendar, con la mente el corazón y las manos, la inversión que requerirá cuidar la salud de los padres. Dicha inversión incluye: tiempo, dinero, disposición, paciencia y, sobre todo, un corazón repleto de amor para retribuir a esos padres que nos concibieron y nos criaron.
Ortiz es Psicóloga Clínica, Terapeuta Familiar, 809-483-1106, 221-3601,519-4681.