El culto a la torpeza

El culto a la torpeza

HAMLET HERMANN
Nadie que se considere bien informado debía sorprenderse de que el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, haya caído hasta niveles tan bajos de aceptación dentro del propio pueblo norteamericano. El mismo Bush había anunciado algo como esto poco después de juramentarse en el cargo por segunda vez a principios del año 2005. Dijo entonces que el “capital político” que había ganado (¡!) en el primer período presidencial lo gastaría (sic) aplicando las políticas que él consideraba más convenientes para su país. Evidentemente Bush sabía que actuaría contra la mayoría de los norteamericanos y en perjuicio de los pobres del resto del mundo, de otra manera no habría advertido tal barbaridad.

Sin embargo, lo más importante de esto no es que el presidente Bush haya caído a los niveles más bajos de popularidad en Estados Unidos. Es apenas una cuestión cuantitativa que sólo el 39% de los norteamericanos apruebe su gestión de gobierno. O lo que es lo mismo decir, que más de seis de cada diez ciudadanos de ese país rechazan la forma en que Bush los gobierna. Lo que realmente tiene importancia es que la inmensa mayoría haya empezado a cuestionar su integridad moral al tiempo que crecen las dudas sobre su liderazgo. Asimismo, han ido en constante declive la percepción en torno a la confianza que la gente le tiene, su honestidad y sus valores morales. Por lo menos ese es el perfil que presenta la encuesta realizada por el periódico Washington Post en asociación con la red de televisión ABC News. Y lo que se percibe en el sentimiento de la gente de a pie en Estados Unidos en nada se diferencia de los resultados de esa medición.

Los cimientos de la administración de W. Bush han empezado a resquebrajarse bajo el peso de errores y estupideces muchas veces sin sentido. Cada día que pasa el pesado fardo del endeudamiento, del desempleo y de la invasión a Irak es más difícil de arrastrar por el gobierno norteamericano. Aunque las muertes de los soldados de Estados Unidos sólo aparezcan en lejanas páginas interiores de los periódicos, nunca en la televisión, el luto y las lágrimas de sus familiares se esparcen por el territorio norteamericano como una gota de tinta en un secante. Ya van más de dos mil militares norteamericanos reportados como muertos por los informes del Pentágono, pero ¿cuántos millares de jóvenes sufren hoy invalidez o la pérdida de brazos, piernas, ojos o deliran su locura debido al “stress” post traumático de una guerra cruel e injusta? ¿Y qué de los iraquíes cuyas víctimas se miden por centenares de miles? Un maravilloso pueblo como el norteamericano no merece ser orientado hacia el fracaso total por un grupo de personas que rinde culto permanente a la torpeza y a la arrogancia, supuestamente bajo las orientaciones de Dios.

Evidentemente la cuestión principal no es que los pueblos de Estados Unidos y del resto del mundo se opongan a la política de Bush. La realidad es que Bush se ha colocado contra el mundo y ha incluido a su propio pueblo entre los perjudicados. El problema es tan grave que sus propios colegas republicanos han tenido que enfrentarlo para combatir sus más recientes y alucinadas propuestas. Y no les queda otro camino a los republicanos que colocarse en la oposición al gobierno porque W. Bush los está arrastrando al abismo de la derrota electoral. Los escándalos de corrupción y de ilegalidad en torno a la reconstrucción de Irak (destruida por órdenes de Bush) implican de mala manera al vicepresidente Cheney y al jefe del Pentágono Rumsfeld, éste último el aparente líder de ese grupo entronizado en la Casa Blanca.

Lo más peligroso para la estabilidad de Estados Unidos es que el equipo radical y fundamentalista de la Casa Blanca no parece que frenará sus acciones en función del rechazo popular. Por el contrario, todo parece indicar que estos “vulcanos” se tornarán más agresivos y prepotentes porque no quieren frenar el deterioro de la economía norteamericana y no encuentran forma de salir de Irak sin sufrir una derrota humillante como la de Vietnam. Desgraciadamente, seguirán en su loca carrera hacia el descalabro político aunque Bush siga dando explicaciones sin sentido con la sonrisa inocente del mal estudiante que ha sido atrapado con un “chivo” en medio de un examen final.

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