El culto de la personalidad

El culto de la personalidad

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
En nuestro país, desgraciadamente los habitantes de esta isla, somos adictos al mal que se denomina el culto de la personalidad, en el cual, para deshonra o enaltecimiento, a funcionarios del gobierno, sin tener que recurrir a esta práctica, nos empeñamos en resaltar personajes o políticos que por el poder que detentan deben se ensalzados por funcionarios de menor categoría, con la esperanza de que no serán removidos de su cargo, y si es del agrado de a quién va dirigida la «exaltación», ser mantenidos en el cargo o promovidos a uno mejor. En palabras llanas, esto tiene el nombre de «lambonismo», «tumba- polvos» o conforme al último diccionario de la Real Academia Española: «lameculos»”.

¿Por qué los funcionarios públicos de éste y otros gobiernos que han pasado por el poder, utilizan la figura del Presidente de la República para ensalzarlo en las fiestas patrias? Con motivo de la efemérides del 16 de Agosto en honor a la Restauración de la República, los acólitos y aduladores del señor Presidente de la República, quienes están llamados a resaltar las Efemérides Patrias pagaron páginas enteras en los diferentes diarios de circulación nacional, en las cuales el Presidente de la República, doctor Leonel Fernández, salía en un tamaño de media página, y el héroe de la Restauración, general Gregorio Luperón, apenas salía en una esquina montado en un caballito encabritado. Para neófitos en historia, parecería que la epopeya de la Restauración fue llevada a cabo por el presidente Fernández y que Luperón fue sólo una figura decorativa, que debe ser mencionado por obligación, no obstante los años transcurridos.

Para que se tenga una idea de lo distorsionado que resulta este tipo de promoción desmesurada, basta recordar el episodio harto conocido del hotel Matum, en el cual el orador principal, doctor Eduardo Sánchez Cabral, en homenaje al licenciado Federico Carlos Alvarez, olvidó mencionar la figura «egregia del ilustre Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva», lo que les causó prisión y maltratos, por ser unos «malagradecidos» que no reconocieron la ingente labor desarrollada por el «Ilustre Jefe». A raíz de este incidente, circuló el chiste muy ilustrativo propio de lagoteros y no obstante ser muy conocido en aquella época, lo vamos a relatar en beneficio de las nuevas generaciones. En un aula de párvulos, la maestra pregunta a un pequeñín: ¿Quién descubrió América? El párvulo muy orondo le responde: «Maestra, fue Cristóbal Colón». Enseguida un condiscípulo le acota: ¡Recuérdate lo del Matum! El avispado colegial reacciona de la manera siguiente: Profesora, fue Cristóbal Colón, por expresa disposición del generalísimo Trujillo. Parodiando esta historia podríamos colegir que la gesta de la Restauración, conforme a la página de los periódicos aludida, fue llevada a cabo por disposición expresa del presidente Leonel Fernández. ¡Salve adulones de la Comisión de Efemérides Patrias y otros organismos pelotilleros!

El recién cancelado jefe de la Policía Nacional fue un gran cultor del «culto a la personalidad». No había día que éste, hasta entonces desconocido miembro de la Policía Nacional, no saliera en la prensa escrita, la radial o la televisiva, en donde se destacaran sus virtudes y que gracias a que por «expresas disposiciones del eficiente, activo y competente jefe policial, se había logrado del objetivo». Si a este «figurero» jefe de una institución tan cuestionada se debían los objetivos logrados cuando llevaban a cabo una eficiente redada, para qué se le pagaba un sueldo si no era para resolver dichos problemas, sin tener que ir a un medio radial, escrito o televisivo y ensalzar sus habilidades y virtudes. Este protagonismo excesivo, lo llevó a ser sustituido, al notar el señor Presidente que los ciudadanos estaban «hartos» de este infundado personaje que se atribuía todos los logros de la Policía y que aparte los «cacareaba» en un programa llamado «La Policía TV». En otras palabras, se le subió, como se dice, los humos a la cabeza, por no decir otra cosa.

Nuestra prensa, no obstante su juventud, podríamos decir que ha madurado bastante después del obsesivo «culto a la personalidad de Trujillo». Si repasamos las páginas de los periódicos de antaño, especialmente durante los treintiun años que duró la denominada «Era de Trujillo», notaremos con pesar, cómo los funcionarios públicos de ahora se comportan de igual manera que cuando fuimos manejados de manera dictatorial por el régimen de Trujillo. Se podría afirmar, con mucho pesar, que todavía no hemos salido de aquellos años oscuros, sobre todo en lo que respecta a la adulonería que situaba al jefe del Estado como el supremo hacedor de todo, sin que se analice que el sueldo que percibe es para que haga todo lo que prometió en campaña y que, sin embargo, por la magnitud de los ofrecimientos siempre se quedan en promesas de campaña.

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