El oboísta Camilo Marte, luego solista de corno inglés en la Sinfónica Nacional por los años sesenta, siempre ha sentido gran atracción por el comercio, al cual hace algún tiempo dedica parte de su peculiar personalidad.
Por lo visto, a veces le han salido muy bien los negocios, otras veces ha requerido de toda su consistente habilidad para la aplicación de una filosofía apaciblemente aceptante.
En cierta ocasión refería con divertida seriedad, convincente voz meliflua y calmosos gestos, su sorprendente compra de un automóvil ¡en doscientos pesos…!
Él hacía la historia de este modo:
“Bueno, la verdad es que la carrocería está un poco mal, pero por doscientos pesos no se puede pretender un carro del año, ¿verdad?
“Él funciona, y ¿para qué es un carro sino para llevarlo a uno de un lado a otro?, este me lleva y eso es lo importante. Aunque, hablando la verdad, tiene sus problemas en el encendido; no es la batería, le puse una nueva porque no trajo… es algo en el sistema de arranque y como es un modelo viejo ya no aparecen las piezas para arreglarlo… pero, ¡qué caramba!, fueron doscientos pesos. Doscientos pesos no es dinero… además, en la puerta de mi casa hay una cuestecita. Yo lo parqueo ahí de noche y por la mañana lo dejo rodar y arranca perfectamente.
“Parqueándolo en una cuesta o en una lomita no hay problema, él arranca desde que recorre un par de metros y dondequiera hay una lomita. Ahora… lo que sí me preocupa un poco es el asunto de los frenos que casi nunca funcionan… eso sí… pero si uno anda despacio no hay problema, él frena, y uno debe andar despacio por seguridad… despacio se evita uno muchos problemas. Si uno tiene ensayo a las cinco… muy sencillo, uno sale de su casa a las cuatro y llega bien… ahora… que lo embromón es el asunto de la luz… eso sí -dice asintiendo reiteradamente con expresión preocupada- porque eso de que no tenga luz es una calamidad… bueno, relativamente… porque al fin y al cabo las calles por las que yo transito tienen buena luz y no hacen falta focos que, si uno piensa bien, lo que sirven es para molestar a los otros que viene de frente… además, si uno tiene que ir a un sitio que esté en una calle mal iluminada, corre peligro de noche… ahora más que antes- Lo sensato es ir de día, seguro de que no va a salirle a uno un tíguere a querer quitarle la cartera. Fíjate… un carro como este es una protección porque uno va despacio y por sitios seguros… de ese modo no causa ningún trastorno el que el clutch, el embrague, no agarre bien y los cambios no entren.
“Ahora, el verdadero problema, ese sí, es que consume muchísima gasolina y la gasolina está muy cara, eso sí, ¿tú ves? -y se pasa los dedos por el pelo, lentamente- pero, ¡qué caramba!, usándolo poco ya está. Uno se atrofia usando siempre el carro. Hay que caminar… además, como el carro tiene un problemita con el tren delantero y no dobla siempre para donde uno mueve el volante… bueno, a veces sí -aclara solemnemente- es un poco molesto manejarlo… sobre todo porque no tiene luces direccionales, aunque eso no, porque uno se defiende sacando la mano, además… ¿qué tú quieres?… fueron doscientos pesos…”
Creo que esa es la actitud que tenemos actualmente con muchas cosas.
Puede que funcionen muy mal, pero a todo le encontramos excusas… porque salieron baratas.
Bueno… “baratas”… para cierta gente.