Ha llegado el momento del cambio del sistema de instrucción pública
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La década de transición del siglo 20 se caracterizó por los profundos cambios que se dieron en el escenario internacional junto a la aparición de un fenómeno llamado globalización. El mismo no se limitó al aspecto económico solamente; en realidad se trató de todo un proceso multidimensional que comprendía aspectos vinculados a la economía, las finanzas, la ciencia, la tecnología, la cultura, la política, junto a otras cuestiones más.
El concepto al cual nos referimos en el párrafo de más arriba fue el resultado de toda una creciente interacción e interdependencia entre las distintas unidades constitutivas del sistema.
Pero el mismo no generó un incremento uniforme de progreso y desarrollo en todas las naciones del mundo. Al contrario, impulsó la concentración de las ventajas del desarrollo en un sector relativamente reducido de la población mundial creando profundas brechas de desigualdades entre sus componentes, tanto en los países industrializados como en los países subdesarrollados.
Es que como bien lo expresara José María Maravall, otrora ministro de Educación y Ciencia de España, “las universidades no existen en un vacío social, ni en un mundo de abstracciones.
El mundo real que las rodea está lleno de fuerzas dinámicas que influyen directa o indirectamente sobre las tareas y operaciones de las mismas y, en último extremo, determinan su importancia, alcance y viabilidad”.
En la actualidad, los problemas de la educación superior representan uno de los grandes retos que la República Dominicana debe y tiene que afrontar.
Ha llegado el momento de que nuestro sistema de instrucción pública cambie de orientación, promoviendo la enseñanza de “aquellos conocimientos que versan sobre la especialización de nuevas tecnologías que tiendan a potenciar una cultura digital”.
Los diversos artículos de autores nacionales y extranjeros que casi a diario aquí se publican destacan: promover la igualdad de acceso a los estudios superiores; promover el saber mediante la investigación en los ámbitos de la ciencia, el arte y las humanidades; reforzar la cooperación con el mundo del trabajo; reconocer como un bien público el financiamiento de la educación; reconocer la internalización de la educación; reconocer que los profesores y profesoras, así como los investigadores e investigadoras deben ser altamente calificados, y sus competencias deben satisfacer los requerimientos de sociedades innovadoras, entre otros.
A tono con todo ello, la doctora Emma Polanco, rectora de la Pontificia y Real Universidad Autónoma de Santo Domingo, asumió el compromiso de impulsar un modelo de educación superior centrado en la pertinencia y calidad tal y como se pregona en foros y organismos nacionales, regionales y mundiales.
A decir de ella: “la universidad que soñamos debe pasar por una reforma curricular integral y profunda, una evaluación diagnóstica que garantice la ampliación de su oferta académica con la elevación sustancial de su pertinencia y calidad”.
A pesar de lo consciente que estamos del cúmulo de debilidades, carencias y deficiencias que habremos de afrontar para echar hacia adelante con éxito un proceso de reforma de nuestras escuelas, institutos y universidades públicas y privadas, nos sumamos, como uno más, al grupo de educadores que en realidad cree que la propuesta gubernamental del Pacto Nacional para la Reforma Educativa habrá de tener éxito, y que la materialización de los planes y proyectos que se deriven de su discusión impulsarán las acciones necesarias para elevar la calidad, cobertura, pertinencia del Sistema Dominicano de Instrucción Pública.