El déficit comercial: una lectura

El déficit comercial: una lectura

Una gran preocupación ha suscitado el persistente y creciente déficit comercial que el país viene registrando desde que entró en vigencia el DR-CAFTA alcanzando montos nunca antes registrados. Obviamente, es lógica la preocupación porque ello representa una carga grande para la economía. No vamos a llegar a ningún lugar ni alcanzar meta alguna en tanto – además de otras tareas pendientes en nuestra sociedad – no se potencien las exportaciones de bienes, lo que requerirá de una producción creciendo a un alto ritmo y en términos de una muy alta eficiencia y competitividad.

No hay dudas de que si bien se han ido aplicando medidas  y desarrollado políticas que han contribuido a un crecimiento importante de las exportaciones nacionales, lo cierto es que hay muchas tareas pendientes que hacer en el ámbito del aparato productivo y en el esquema de promoción de las exportaciones entre las cuales, varias de ellas, resulta incomprensible que no se avance en su aplicación para promover nuestras ventas externas.

Por lo tanto, si bien hay varias lecturas que repasar cuando de exportaciones se hable no ignoremos que en buena medida también tenemos que revisar, y rectificar, nuestras obsesiones de mercado. En esta columna publiqué el artículo “Tortícolis Norteña Crónica” (Febrero 5/2007) donde decía que la RD debía poner en ejecución una estrategia de inserción en los mercados internacionales más allá de su participación en el mercado norteamericano”. También decía, para que nadie pierda el sueño, que las relaciones con los EE.UU. han sido intensas y que “nada más lógico que sea así y nada más lógico que sigan siendo intensas”. Actuamos como si ese fuera el único mercado del mundo –un oasis en el medio del desierto-. El propio Primer Ministro de Canadá decía hace poco, después de un recorrido por el Caribe, que nuestros países debían mirar un “poco más al norte de los EE.UU.” una forma distinta de decir lo mismo.

Qué bueno sería que pudiéramos duplicar nuestras exportaciones hacia los EE.UU. –muy difícil para cualquier economía– pero estaríamos lejos de nuestro potencial si no tratamos de multiplicar por 10 nuestras exportaciones al resto del mundo. ¿Cual es la sorpresa con los resultados del DR–Cafta? El 29 de enero del 2007, tres meses antes de que entrase en vigencia el DR–Cafta– publiqué en esta columna el artículo “Fantasías y Realidades del DR. CAFTA” en el que advertía que “está por verse cuál es el efecto real que puede tener un escenario de libre comercio entre países –llamados en desarrollo– y economías desarrolladas”.

Recordaba, también, que los defensores del DR – CAFTA  en EE.UU., ante la fuerte oposición interna al mismo, confesaban que no entendían la misma ante un acuerdo “tan desproporcionadamente favorable para los EE.UU.”. El déficit de ahora se veía venir. No nos lamentemos y reclamemos que asuman la “responsabilidad – así terminé aquel artículo del 2007 – los sectores público y privado e intenten minimizar las realidades indeseables que puedan surgir y tratar de convertir las fantasías en realidades”.

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