El deleite del pensamiento

El deleite del pensamiento

Para cualquier estudioso de los actos de habla, el pensamiento es un deleite. Siempre advierto a mis alumnos sobre el hecho trivial de descubrir el pensamiento, de disfrutarlo como un tesoro inapreciable, casi perdido en los intersticios de la agobiante cotidianidad dominicana. 

Porque si hay algo paradójico en este mundo que llamamos “sociedad de la información”, es el hecho de que la idolatría tecnológica nos separa cada vez más de la reflexión sopesada y la aventura de la imaginación.

Suelo llamar la atención en las aulas sobre ese designio del mundo posmoderno, y ruego a mis alumnos que espíen su núcleo más íntimo, que indaguen sobre la naturaleza de cualquier otro tipo de placer, y hagan la geología de la condición humana, seguro de que hallarán el pensamiento como un arma que define la aventura del ser.

Entonces los sitúo frente a la lengua y la lectura, atravesando la idea de que no hay pensamiento sin lenguaje, y dejo fluir ese costado sublime que es la imaginación, hasta remontarnos al también deleitoso descubrimiento de que esa invención humana, el lenguaje, penetra hasta el fondo de nuestra inteligencia.

En ese libro tan usado por los estudiosos modernos (“Problemas de lingüística general”, 1966), que escribiera Emile Benveniste, se demuestra que no hay en la historia de la humanidad un solo instante en el que el ser humano aparezca separado del lenguaje.

No existe un ser humano sin lenguaje, la lengua es consustancial a la condición humana, fundamento de su práctica, base de su comunicación, cemento invisible de la colaboración y la vida en sociedad, herramienta del pensamiento y la planificación, cuerpo material de los saberes, su multiplicación y su preservación.

Pese a toda la apabullante tecnología del mundo contemporáneo, no es concebible ningún nivel del desarrollo alcanzado sin la lengua, y todo saber atraviesa sus signos.

Porque si algo sacó a flote Ferdinand de Saussure es el hecho de que la mente humana es estructuralmente lingüística. Hablo de algo tan simple como la capacidad de apropiación de las leyes de la realidad, porque la realidad no tiene un diseño previo al pensamiento,  sino que es el pensamiento el que diseña la realidad. 

La realidad es múltiple, plural, llena de texturas y de colores, de formas diferentes y objetos diversos.

Acompaño siempre esta aseveración en la sala de clase pidiendo observar las cosas que nos rodean, y luego nombrándolas, para sentir el misterio de designarlas, el orgullo de la apropiación. ¿No es, acaso, esta tensión creativa la verdadera configuración del sujeto? ¿No está rubricada toda la hazaña humana en la poderosísima tarea lingüística? ¿Los códigos del mundo cibernético no nos enseñan sólo lo que el lenguaje nos permite conocer?

El pensamiento es un deleite, y un arma que hace apto al sujeto en cualquier situación de indefensión. Nadie está completamente desprovisto  si maneja su lengua.

Y en particular un estudiante, porque si la lengua es objeto de estudio, es también con ella que se estudian todas las otras asignaturas, y es ella la que provee las categorías del pensamiento.

Escribo estas notas porque he estado revisando los resultados de los últimos cinco años en las pruebas nacionales en lo que respecta a enseñanza del español, y si este fuera un país y no una caricatura, hubiéramos declarado una emergencia nacional por amenaza de cretinismo galopante.

La educación dominicana está en crisis, nuestros estudiantes no manejan el instrumental principal del sistema enseñanza-aprendizaje, que es la lengua; y esto los aleja de la maravillosa sensación de descubrir el deleite del pensamiento.

Y los aleja de la  posibilidad de estructurar un pensamiento lógico. 

El año comienza, la educación es protagonista de las luchas sociales y resulta conveniente conocer estas cosas.

Yo no he hecho más que hablar  y escribir de eso en mis últimos años, porque aunque me consta que no alcanzaré a ver la mejoría profunda del sistema educativo dominicano aún con el 4%, es claro que la inversión en la educación podría poner al sistema en las condiciones de desempeño apropiadas.

Repito: sólo espero que el 4% permita desarrollar el ambiente de realización efectiva del proceso enseñanza-aprendizaje. La educación es un sistema, quienes pregonan que el 4% equivale a una revolución se engañan.   

 Prometo que en el año próximo escribiré algunos artículos sobre el tema.

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