El derecho a decidir

El derecho a decidir

HAMLET HERMANN
No se viola ley alguna si alguien expresa su intención personal sobre la votación de mañana. Así como a nadie le critico que esté dispuesto a votar en las elecciones congresuales y municipales, espero que respeten mi decisión de no votar. La Constitución de la República me respalda.

La abstención es una de las pocas maneras que tengo para expresar la falta de confianza en los políticos, en los partidos tradicionales y en la mostrenca Junta Central Electoral a la que nos condenaron.

El deseo de ir a las urnas desapareció gracias a los malos comportamientos de los políticos. Las tantas cosas malas que han hecho pesan mucho más que las cosas buenas que pudieron hacer. Definitivamente, no quiero convertirme en cómplice de que la sociedad dominicana siga degenerando.

Insisto en que no voy a votar porque para seleccionar los candidatos no se han tomado en cuenta ni la honradez, ni la dedicación patriótica, ni la inteligencia, ni los valores éticos, ni los antecedentes en el ejercicio de cargos públicos. A nadie debe caberle la mínima duda de que con el sistema partidario que tenemos, los mal hacedores tienen a su favor todas las probabilidades de convertirse en síndicos, diputados o senadores. ¡Ah! y que nadie pida pruebas de los delitos cometidos y por cometer de los candidatos de ahora. Por su origen partidario deben ser iguales o peores que los anteriores. Con sólo revisar la discusión del presupuesto de la nación, donde se negoció el Metro subterráneo del Presidente de la República por las ONG de los congresistas, bastaría para que cualquier persona bien intencionada conociera de qué son capaces estos funcionarios.

¿Cómo puedo convertirme en cómplice de un dispendio ascendente a miles de millones de pesos en estas poco confiables elecciones cuando los apagones, la delincuencia, la insalubridad, el analfabetismo, el desempleo y todos los males de la sociedad necesitan esa cantidad de dinero para que, por lo menos, sobrevivamos? Como dije al principio, no critico a los bien intencionados que quieran votar mañana martes 16 de mayo de 2006. Lo que sí podría advertirles es que no aleguen desconocimiento cuando los vencedores se quiten la máscara de la campaña.

El lobo llegará y se comerá a la abuelita, a Caperucita, al leñador y a todos los que se atraviesen en su camino. Si los votantes fueran como en los préstamos bancarios, garantes de aquellos a quienes eligen, la abstención fuera cercana al 100%. Pero como después de tirar el papelito coloreado en la caja de cartón el votante se desentiende y se sienta a esperar que los partidos resuelvan los problemas, es poco lo que se puede hacer para advertir del peligro a estos olvidadores.

De olvidadores los califico porque, por conveniencia, no quieren recordar algo que les puede afectar y por lo que no están dispuestos a asumir las responsabilidades. Esos son los que se amputan voluntariamente el pasado para recordar sólo lo que perjudica a su adversario. Se comportan como el soldado cobarde que en medio de los combates es capaz de disparar contra su dedo menor del pie izquierdo para alegar incapacidad en el enfrentamiento contra el verdadero enemigo de la patria o de la sociedad. Estos olvidan por propia conveniencia y recuerdan sólo por ambición. Reniegan del pasado de engaños al que nos sometieron los políticos sin darse cuenta de que las pesadillas que estos provocarán serán peores cada día.

Lo que más sorprende es que los analistas políticos le nieguen la importancia que merece a la abstención en los procesos electorales. Ignoran la realidad aunque las elecciones hayan sido consideradas como piedras de toque de la mentada democracia representativa. La tendencia a aumentar que, desde hace décadas, presenta la abstención, podría estar señalando males profundos del sistema que no pueden ser disimulados ni minimizados por intereses económicos ni personales. No puede negarse que la abstención es la única forma que tienen muchos votantes de castigar a los políticos y a sus partidos con las armas del rechazo y la indiferencia. De seguro que el día posterior a las elecciones algunos candidatos tendrán la oportunidad de celebrar su victoria. Pero asimismo deberán enterarse de que las urnas que los eligieron estaban más vacías que llenas. Aunque eso no les importe un carajo, debían ponerse a pensar qué significado podría tener ésto en el futuro próximo.

Espero que respeten mi decisión de no votar. Voy a hacer lo de siempre: a guiarme por principios éticos, como lo harán muchos dominicanos. Y así mantener la conciencia limpia por no haberme convertido en cómplice de otra burla contra el pueblo.

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