El derecho a la ciudad y la razón de la violencia

El derecho a la ciudad y la razón de la violencia

1985: Escenario: UASD. Animada por la convicción y la pasión, sugerí la formación de los talleres populares de mejoramiento urbano, con el objetivo de concienciar sobre la práctica urbanística, del mejoramiento urbano y barrial, tomando en cuenta la situación socio política del continente y con un lema subyacente “el derecho a la ciudad”, que hizo famoso Henri Lefebvre.
De estos talleres salieron más de 30 tesis sobre el mejoramiento de barrios marginales muy pobres en todo el país, (el BID y las aseguradoras “ecologizaron la economía” y hablan de vulnerabilidad en lugar de pobreza). La permanencia de los barrios marginales -tolerados en terrenos centrales- , respondió a un pacto político, tácito, (no firmado), entre Gobiernos y actores que manejan los capitales en el espacio urbano. Hoy se rompe ese pacto, porque estos dos componentes acordaron la liberación de tierras para un proceso de urbanización excluyente y elitista, (por eso La Barquita, Los Tres Brazos, los terrenos del CEA en Haina, San Pedro, etc): hoy, el derecho a las ciudades negado y el contexto no podía ser más deprimente: los movimientos urbanos se han debilitado, no revindican el derecho a la tierra, a la vivienda y a servicios porque la función del Estado ha cambiado con el clientelismo político, la cooptación de los líderes comunitarios en política o en cooperativas barriales, las tantas políticas asistencialistas.
Ciertas ONG que asesoraban, tienen, hoy, prácticas desmovilizadoras, sin mencionar la neutralización del gobierno municipal por las articulaciones estrechas que existen con el Gobierno central y el sector inmobiliario privado. La aparición de múltiples movimientos interclasistas y/o sectoriales por reivindicaciones como la igualdad de género, la diversidad sexual, el medio ambiente, la violencia urbana, etc. ha invisibilizado la ciudad y el barrio como espacios de lucha.
Por fin, el desplazamiento del discurso político de los movimientos urbanos como procesos colectivos,- hacia la participación ciudadana, individualizada, controlada y restringida por el Estado y sus regulaciones, sin que este le otorgue un papel decisorio en la gestión urbana,- ha debilitado a los movimientos sociales, al tiempo que esa relegación, segregación y exclusión han configurado ciudades cada vez más violentas, dando lugar a un imaginario del miedo, sobre todo urbano, al reconocimiento social de “espacios” del miedo y a unas modificaciones significativas de las prácticas sociales cotidianas urbanas en función de unos y otros: rutas vigiladas, usos de la tecnología de la comunicación constantemente, lugares de recreación privados, cierre de calles en áreas de viviendas, multiplicación de inmuebles y unidades de viviendas cerradas y amuralladas, controlados con cámaras y uso de policías privadas, uso de centros comerciales en lugar de mercados en la calle y las plazas públicas, etc. Nos han diseñado políticas, en particular en la ciudad, que han conllevado la violencia, la rebeldía, la insumisión y el no respeto a la vida.

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