El derecho ajeno: De Benito Juárez a Eleno Mata

El derecho ajeno: De Benito Juárez a Eleno Mata

 No niego que he aprendido algunas cosas de Eleno, como también aprendo cosas de Simón y de Germán, tres apreciados colaboradores, aunque a veces se me dificulta razonar con ellos. Simón, como muchas gentes del campo y de nuestros barrios (a veces de las mejores familias de Naco), defiende, tozudamente, que “cada cual puede hacer en su casa lo que le parezca y nadie puede meterse en eso”.

 Su posición proviene de que unos vecinos en Manabao subían muy alto los amplificadores que tienen en sus hogares, y me costó trabajo explicarles que, aunque sea  “su  casa”, no pueden tener un antro de prostitución, ni sembrar, consumir, guardar o vender drogas; ni matar o golpear a su mujer o a sus hijos, ni tener una pocilga que infeste el río o el ambiente. (Si por una razón abandonaría definitivamente esta Capital, sería por el tránsito).

Hasta escribí un libro sobre el tema, más para desahogarme que con la esperanza de que alguien lo lea. Tampoco, por lo mismo, escribo a fondo sobre otros temas. Aquí todo el mundo ya sabe demasiado. Es un rasgo de los dominicanos_ me decía siempre Mister Henry en Nueva York: “Opinan de lo que sea, sin haber estudiado nada sobre el asunto”).

Eleno es más discutidor que los otros, tal vez porque tan solo es un ayudante ocasional, ya él trabaja electricidad (puede que sea electricista). La otra tarde fue conmigo a comprar unos “interruptores eléctricos” (suiches, en dominicano), y en el trayecto un carrito dotado de un amplificador inmisericorde hacía un gran estruendo a nuestro lado.

Por curiosidad obligada (porque en eso no puedo evitar ser sociólogo), le pregunté si no le molestaba ese ruido. Eleno, tranquilo, me dijo que cada uno hace con lo suyo lo que quiera. Le pregunté si en su barrio ese tipo de música alta no molestaba, a lo que él me respondió con toda autoridad y como para que yo no insistiera en el tema: “Como dijo Benito Juárez, el respeto al derecho ajeno es la Paz”. Tras lo cual yo supe que me debía callar la boca, a pesar del escozor que esa declaración suya me produjo.

Pienso que de don Benito han sacado, maliciosa o ingenuamente, sus derechos muchos de los que parquean los carros en “sus” aceras, los taxistas que trabajan en las calles, pues se trata de “sus lugares de trabajo”. Pero igualmente, los síndicos y los funcionarios que dilapidan el erario,  porque “para eso” fueron elegidos; y tantos otros que han aprendido “derecho ciudadano”, “derecho de minorías”, “derechos humanos”, y derechos de cualquier cosa, que casi nunca incluyen deberes algunos.

Lamentablemente para ellos: excluidos, marginados (y para todos),  también así piensan los capitalistas, los poderes imperialistas y transnacionales, en cuanto a sus derechos de explotar a los pobres, subir precios e invadir países que no sean amigables a su “seguridad jurídica”, como le llaman.

Similarmente, los islamitas extremistas cuentan con sus derechos al terrorismo, a la Yihad. Pobre don Benito. Pobre mundo.

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