MANUEL MORA SERRANO
En 1987 celebramos en Jarabacoa, en el Hotel Montaña el primer congreso de turismo interno. Desde entonces a la fecha, en vez de aumentar la oferta hotelera y la preocupación del ministerio del ramo, los criollos de clase media y, lo que es más dramático aún, los de más escasos recursos, estamos impedidos de viajar por nuestra geografía por los altos precios de los pocos albergues o por la no decencia absoluta de muchos de ellos. En otras palabras, no ha habido ni una política ni un interés de parte de los gobiernos por incrementar el turismo social.
En España, sobre todo en Galicia que fue por mucho tiempo tierra de emigrantes como somos nosotros ahora, existe el plan del turismo rural, ofreciendo facilidades a los ausentes para regresar y dedicarse a la explotación de un turismo sano y ecológico.
En México, ejemplo señero en nuestros países hispanos, no sólo hay un turismo de altos vuelos bien diseñado y con éxito evidente, sino que jamás descuidaron como hemos hecho nosotros, el turismo social.
Los trabajadores, los estudiantes, los empleados públicos y privados tienen legítimo derecho de disfrutar sus vacaciones en su tierra y de encontrar alojamientos decentes y económicos, pero no los hay porque no existe ninguna preocupación en los altos niveles de mando para que esto ocurra.
Mortificados por ello ofrecemos algunas soluciones a corto y largo plazos que pasamos a resumir. Necesitamos que en todas las comunidades, y cuando digo todas, dije todas, por apartadas que se encuentren, haya lugares, hoteles, pensiones, posadas, donde se ofrezca alojamientos seguros, decentes. y a precios razonables.
Debemos ir a las comunidades y conjuntamente con las autoridades y los líderes comunitarios, y las asociaciones para el desarrollo, previa convocatoria, además de enterarnos y elaborar una relación completa de las necesidades más perentorias de ese municipio, provincia o región, determinar pueblo por pueblo quiénes tienen deseos y posibilidades de poner una posada o mesón o parador, como quieran llamarlo, y tienen espacio al lado o detrás de sus casas donde se puedan construir habitaciones sencillas o habilitar alguna casona y entonces, por vía de alguna entidad crediticia, digamos Fomento o cualquier otra, ofrecer el crédito blando para construirla, adecuarla, o mejorarla y dotarla del mínimo de camas, sillas, sábanas y frazadas (en regiones frías), una nevera, un freezer, utensilios de cocina y mesa, teniendo en cuenta no el amiguismo ni la politiquería sino la solidez de la honradez y la decencia de la familia en la comunidad y luego, no ofrecer cosas extraordinarias, sino la comida criolla normal, el sazón regional para estar preparados para recibir viajantes y visitantes.
Si a eso se le hace un mínimo de propaganda, los ausentes vendrían con programas hechos, los estudiantes, los trabajadores, los oficinistas podrían disfrutar de su país otra vez, porque los grandes hoteles y sus ofertas, por tentadoras que sean, son sólo para minorías.
No hay zonas para instalar carpas y casas de campañas públicas, bien vigiladas y protegidas para dormir en el campo, o sitios para que los estudiantes puedan ir a vacacionar.
Estas y otras muchas cosas que se complementarían con brochures en las oficinas que debería haber en los aeropuertos, en pequeños quioscos en vías centrales o en las paradas de autobuses donde se informen estas cosas y sobre taxis y sus tarifas, y los hoteles, las casas de huéspedes o pensiones, con sus precios y direcciones, como ocurre en Costa Rica, por ejemplo, y con mapitas gratuitos y pequeñas instrucciones de cómo llegar, ya sea en vehículos públicos o privados.
Pero clamamos en el desierto y nadie nos escucha. La insensibilidad gubernamental y privada es tan grande, que a lo mejor, en vez de iniciar algo al respecto, alguien se ofenda. Triste país de nuestros amores, adonde el pobre no tiene derecho a disfrutarlo plenamente, a conocerlo y a llevar a su familia con seguridad y a bajo costo por sus pueblos y campiñas.
País hecho a la medida de los ricos, por ellos y para ellos, a espaldas de su población mísera y rutinaria. ¡Despierta país y exige el derecho que tienes al turismo interno para conocer y disfrutar tu tierra con decencia, libertad y seguridad!