El derrotero de América Latina

El derrotero de América Latina

LEANDRO GUZMAN
Los últimos acontecimientos políticos en América Latina han puesto a pensar a muchos analistas. No solamente se conforman con eso, sino que se les ocurre proyectar la idea de que este Continente se encamina por una ruta de izquierda, con una euforia tal que algunos dan como un hecho de que «la suerte del imperialismo está echada».

El fortalecimiento del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, el reciente triunfo de Evo Morales en Bolivia, las posiciones de izquierda de Ernesto Kirchner en Argentina, igual que las de Lula en Brasil, han llegado muchos a creer que la revolución socialista está a la vuelta de la esquina.

En el caso de Bolivia, cualquier observador que examine detenidamente los discursos de Morales llegaría fácilmente a la conclusión de que después de su triunfo han variado significativamente. Morales había amenazado con nacionalizar las empresas extranjeras, pero en su reciente visita a España se corrigió al explicar que su compromiso de nacionalizar las reservas de gas bolivianas no significaba la expropiación de empresas industriales ni la expulsión de compañías extranjeras.

Como se sabe, la petrolera francesa Total S A., es una de las compañías extranjeras que operan en Bolivia, poseedora de los segundos yacimientos de gas natural más grandes de América Latina después de Venezuela.

Se puede apreciar que Morales no es tan tonto como para despreciar la solidaridad y apoyo incondicionales de Francia, ni de ningún otro país, incluido Estados Unidos, que mostró su disposición de colaborar con el nuevo gobierno boliviano, aunque todos sabemos bajo cuáles reservas.

Hay que decir que el entusiasmo, hasta del mismo presidente venezolano Hugo Chávez, lleva a muchos a pensar que Evo Morales hará «una revolución en Bolivia», cuando a lo sumo es portador de un discurso populista que muchos confunden con posturas de la izquierda revolucionaria.

Su amistad con Fidel Castro es de tipo coyuntural, puesto que es cierto que dada las precarias condiciones económicas de Bolivia y otros países subdesarrollados, frente a los logros en materia de salud, educación y otras áreas que tiene Cuba, es allí hacia donde hay que mirar, pues Estados Unidos ha reconocido públicamente que en estos momentos América Latina no es una de sus prioridades, aunque los problemas con Venezuela y la vulnerable situación política en Haití están obligándoles a mirar hacia allá. Es significativo que los dirigentes de las principales confederaciones de trabajadores: la Confederación Obrera de Bolivia (COB), la Confederación de Mineros, las Confederaciones de barrio de El Alto (ciudad obrera de800,000 habitantes, cercana a La Paz) adoptaran una prudente postura de «esperar y ver» lo que hará Evo Morales.

Ellos exigen que la primeras medidas de Morales incluyan la nacionalización de las compañías de petróleo y gas y la convocatoria de una Asamblea Constituyente.

Habría que ver ahora que ocurrirá luego de las declaraciones de Morales en el sentido de que no pretende «expropiar», sino garantizar que el Estado boliviano sea dueño de sus recursos naturales —algo que es absolutamente legítimo— aunque con un fortalecimiento de las inversiones extranjeras. Es algo así como «amagar y no dar».

No es verdad que porque en América Latina hayan surgido algunos gobiernos que han sido considerados de «izquierdistas», eso signifique que ha llegado la hora de la revolución. No hay que olvidar que en 1967 el Che Guevara pretendió, con una guerrilla, ramificar la revolución cubana hacia los países del Cono Sur, sin lograrlo. Otras organizaciones latinoamericanas pensaron también que la revolución socialista era posible como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en el Perú, el Movimiento de Liberación Nacional -Tupamaros de Uruguay y de los argentinos Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), su brazo armado, así como de los Montoneros. Todos fracasaron al ser exterminados, ora en la guerra de guerrillas, ora asesinados tras ser vencidos por los ejércitos de sus respectivos países.

La situación de miseria de estos pueblos latinoamericanos sigue latente, pero los tiempos han cambiado como para arriesgase a fomentar revoluciones. La vía ahora es el proceso democrático, traducido en elecciones transparentes e inmaculadas, a través de las cuales los pueblos eligen libremente a su gobernantes. El hecho de que en los últimos años haya habido una mayor inclinación popular hacia candidatos que parecen representar mejor los intereses de las mayorías, no significa que el rumbo sea el izquierdismo, que en modo alguno puede ser confundido con el populismo.

El tiempo dirá si estamos equivocados, pero consideramos que es un error no tomar en cuenta que en Estado Unidos existe una administración «dura», que nadie sabe cómo reaccionaría a la hora en que sus intereses vitales estén amenazados. El ejemplo de Irak, que quizás no es el mejor, ilustra bastante de lo que son capaces los Estados Unidos cuando piensan que algún gobierno puede perjudicarlos, aunque a la larga se demuestre que todo fue una estupidez.

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