Es evidente y no se puede negar más el derrumbe y caos que impera en el proceso de las primarias presidenciales del Partido Republicano de los Estados Unidos. Ese partido se encuentra sin visión ni rumbo, y no sólo lo digo yo, lo dice, nada más y menos que el representante por el Estado de Wisconsin, el flamante líder republicano y presidente de la Cámara de Representantes, el señor Paul Ryan, en una entrevista en televisión el domingo pasado. Si se recuerda bien, fue él quien acompañó a Mitt Romney como candidato vicepresidencial en las elecciones pasadas.
La crisis es tan profunda que, a treinta días de haber renunciado John Boehner como presidente de la Cámara de Representantes no había sido posible encontrar un sustituto. Incluso hubo hasta que aprobar el presupuesto nacional para los próximos dos años y comprometerse a subir el endeudamiento público antes de que Ryan aceptara la posición, dos condiciones que él exigió para aceptar el tercer puesto de importancia de la nación. Los extremistas del Tea Party tuvieron que irse con el rabo entre las piernas y ceder frente a los reclamos del señor Ryan.
Al comenzar el presente año, los estudiosos del devenir político en Washington daban por seguro que Jeb Bush era una línea para llevarse la candidatura presidencial del Partido. Hijo y hermano de pasados presidentes con todas las estructuras del partido a su favor, con todo el dinero del mundo – 100 millones en el banco -, era cuestión de tiempo para persuadir a los otros que ni miraran para allá. Así las cosas, a principio del verano, Bush tercero, parecía una línea y apuesta segura, encabezaba todas las encuestas.
“Hasta que te conocí” como dice la canción de Juan Gabriel. ¡Todo se derrumbó! Apareció en escena la marca Trump, con un discurso extremista y disparatoso, como les gusta oír a las bases del Tea Party. Sólo bastaron tres debates para que Bush se diera a conocer como un líder sin brillo ni propuestas. Bush simplemente se derrumbó.
La semana pasada tuvo hasta que despedir a su jefe de operación de campaña. Los gurús del partido están decepcionados y los donantes peor, se encuentran desesperados y nerviosos, empiezan a buscar otro albergue. Como por ejemplo, el billonario Paul Singer, CEO de Elliot Management Corporation, que anda buscando refugio detrás de Marco Rubio. Eso sí, requiriéndole al joven senador por Florida que se haga un chequeo médico antes de comprometerse a darle un centavo. Pues así son las cosas del dinero, tratan de minimizar los riesgos.