En un país, la consecuencia es lamentable cuando se descuidan los valores éticos, morales y espirituales.
El doctor J. Vernon MagGee cuenta haber leído un estudio realizado por el Congreso de los Estados Unidos en el que se analiza el auge y causas de la caída de las naciones más poderosas del mundo durante toda la historia de la humanidad.
Todas pasaron por un ciclo que se desarrolló de la manera siguiente:
“De la esclavitud, a la fe espiritual; de la fe espiritual, al valor; del valor, a la libertad; de la libertad, a la abundancia; de la abundancia, al egoísmo; del egoísmo, a los vicios; de los vicios, a la apatía; de la apatía, de nuevo a la esclavitud”.
Esto fue exactamente lo que ocurrió con imperios como Babilonia, Media, Persia, Grecia y el gran Imperio Romano.
La misma noche en que el Imperio de Babilonia llegó a su fin, su rey, Belsasar, estaba reunido con sus sátrapas, jefes militares y miembros de alto nivel de toda la corte disfrutando de vino, comida y perversiones sexuales.
En el ambiente de su poderío, de su sólida economía, de su dominio militar y político, los cesares del Imperio Romano se entregaron a todos los tipos posibles de perversión y maldad.
Es que el bienestar, la estabilidad y la abundancia suelen conducir al ser humano a la carnalidad, al desenfreno y a una actitud caracterizada por el orgullo, la indolencia y lo banal.
La Biblia dice que antes de la caída primero se manifiesta la altivez (Proverbios 16:16).
Está demostrado que es en tiempo de angustias, de aprietos y de sufrimientos que tanto los gobernantes como sus pueblos son más dados al sacrificio, a la disciplina, al trabajo y a lo sano.