El desafío de los tiempos

El desafío de los tiempos

Cada época constituye un desafío para la generación de turno que tendrá que vérselas con las generaciones venideras y dar razones de la manera en que ha vivido en el tiempo que le ha correspondido hacerlo. La pregunta por los motivos de las opciones tomadas circulan con intención cuestionadora empujada por la inmensa curiosidad de aquellos a quienes corresponde seguir actuando hoy, y de su búsqueda de las posibilidades de enfrentar de manera exitosa un futuro presto a hacerse presente de manera inmediata.
Obviamente, la actual precariedad de certezas compartidas genera un espacio de conversación intergeneracional signado por la incertidumbre, que parece tener el cuestionamiento como recurso que se dispara ante el primer asomo de un real o aparente objetivo. Parece que un presente devaluado y convulso en el que el sentido se hace cada vez más imperceptible no es un buen espacio para construir biografías recias y exigentes. Más bien se orienta a facilitar refugios inconscientemente irresponsables que privilegian la adecuación a lo existente, a la negociación fácil, y, por su vía, al abandono de los objetivos altos. Parece que ese es el camino que se va haciendo normativo no por decisión tomada, sino, por el peso inercial de la cotidianidad presente.
Es así como nos encuentra este tiempo. Este presente nuestro que nos acicatea con la conciencia de que,sin embargo, todo tiempo y circunstancia puede ser ocasión propicia para despuntar sentidos nuevos y valiosos que nos eviten la entrega miserable de la voluntad a unos relatos que no nos van porque nos dejan con el mal sabor de que, por esa vía, perderíamos lo que somos y nos haríamos una cosa irreconocible y alejada de la búsqueda de lo que nos hace mejores seres humanos.Es verdad que las certezas nos han abandonado y que, en consecuencia, caminamos carentes de seguridades; pero las intuiciones fundantes nos siguen acompañando. Parece que sigue siendo cierto que es bueno hacer el bien y que este no tiene que ver con lo que “el mundo” entiende como tal, sino, con la servicialidad, el respeto, el perdón, la fraternidad y la justicia, al estilo del galileo aquel asesinado por los poderosos de su época.
Si los discursos tradicionales han perdido relevancia para ayudar a constituir caminos para vivir con seriedad el tiempo que nos corresponda,se impone a hombres y mujeres de buena voluntad redoblar el esfuerzo por encarnar, desde una sana apertura a lo nuevo, aquellos valores que han aportado históricamente a la construcción de la sana y diversa identidad humana. Una identidad que no huye a los desafíos del presente, que no teme a la novedad y que asume los retos que se plantean y elabora para ellos respuestas novedosas y osadas que concretizan el objetivo siempre mayor del reinado del Bien que tiene como norte la concreción de la vida digna para las mayorías humanas.
Es así, a mi juicio, como se responde con responsabilidad a los desafíos de los tiempos. Es así como pueden las diversas tradiciones religiosas universales y las propuestas sociales generales proponer caminos de realización humana para estas nuevas generaciones exigentes y desprovistas de hoy. Esto así porque esas tradiciones pueden dotar a las mujeres y hombres de estos tiempos de un estilo de vida animado por una “espiritualidad humana” capaz de construir los resortes interiores personales para resistir al visualizar como falsas las ofertas que permanentemente propone lo que denomina el cristianismo “el mundo”. En esto consiste una parte relevante del gran desafío del tiempo presente y es esto lo que podría empujar en la dirección correcta para la construcción de respuestas adecuadas al mismo.

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