El desafió del nuevo año escolar

El desafió del nuevo año escolar

La crisis sanitaria que vive el mundo nos recuerda lo frágiles y vulnerables que somos, como personas, como sociedad; y nuestro sistema educativo no ha escapado de esta realidad.

Hasta el pasado mes de julio lo que conocimos durante décadas -la presencialidad y la figura del docente como eje central del proceso de enseñanza-aprendizaje- ha cambiado y hoy es algo del pasado. Esta cotidianidad nos mostró una escuela más allá de sus paredes físicas y la colocó en el centro del quehacer social-comunitario, nos convirtió en mediadores de aprendizajes globales.

Esta experiencia no deja de ser singular, radicalmente nueva y con ciertas contradicciones:

Este nuevo año nos encuentra con un currículo actualizado, pero poco flexible para esta nueva etapa. Los y las docentes ameritan capacitación para adaptarse y realizar un tránsito fluido desde la presencialidad a la virtualidad, pero nuestra poca cultura y cobertura tecnológica lo hacen complejo. No olvidemos que los y las estudiantes carecen de materiales didácticos y que sus familias cuentan con escasas herramientas para apoyarles. Es una realidad que no admite mucho análisis: los hogares dominicanos se debaten entre apoyar la educación de sus hijos o el proveer sustento diario.

Ante estas disyuntivas se hace necesaria una discusión sincera y reflexiva que como sociedad nos haga transitar hacia un cambio en la implementación del año escolar y que garantice el éxito educativo de la generación actual y las futuras.

En este diálogo será necesario revalorizar el rol del docente con un medidor fundamental de los aprendizajes, además de explorar metodologías educativas que permitan adaptarnos a un modelo híbrido y transitar con mayor fluidez y flexibilidad entre espacios presenciales y virtuales para que con ello, la relevancia del docente la constante.

Repensar el modelo de evaluación de saberes que tradicionalmente hemos implementado y las mejores herramientas para su aplicación, pasando de evaluaciones rígidas, a una valoración de los indicadores de logros educativos que van alcanzando nuestros estudiantes y propiciar desde el currículo una focalización hacia los procesos educativos centrados en el estudiante como persona, como sujeto de derechos, con educación pertinente, en el que la presencia del docente -sin importante la modalidad- sea relevante.

Nada de esto es imposible. Requiere si de mucho compromiso y creatividad que generen la confianza y el afecto necesario con sus estudiantes; maestros que dominen estrategias y metodologías para un contexto virtual diverso, para que de manera guiada puedan conectar conceptual y emocionalmente con sus alumnos, impulsando en ellos la capacidad para indagar, organizar y construir aprendizajes múltiples y alternativos.

Porque al final lo que todos queremos es que nuestros estudiantes desarrollen habilidades para la vida, – a pesar y de la mano de la virtualidad-, que sus voces no se apaguen, sino que sean mas fuertes, que comprendan la importancia de ser empáticos, solidarios y socialmente comprometidos, pero por sobre todo, que reflexionen y aprendan a cuidar de sí mismos, de otros y de su entorno.

Como dije antes nada de esto es imposible. Requiere si de mucho compromiso y creatividad. Pero de todos.