El desafío haitiano

El desafío haitiano

Durante mi vida profesional tuve la responsabilidad de realizar labores con Haití, primero como Economista Encargado de Comercio e Integración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (UNCEPAL) y, segundo, como Coordinador y Jefe del Equipo de Operaciones y Proyectos del BID para Haití.

En este último puesto tuve el placer y el honor de trabajar durante seis años directamente con las autoridades haitianas. En ese período constaté no sólo la alta calidad de los profesionales haitianos, sino su entrega total por la búsqueda de un mejor destino para su país. Por otra parte, en 1994, a raíz del retorno del Presidente Arístide, compartí la dirección de los trabajos técnicos que bajo el liderazgo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se llevaron a cabo con la Misión Internacional para la formulación del Plan de Emergencia y Recuperación Económica.

En esta misión participaron todas las agencias de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Unión Europea, la Corporación Andina de Fomento, el Fondo OPEC, entre otras. Con esta iniciativa se logró formular no sólo un plan de emergencia sino las bases de una estrategia de mediano plazo. Para tales efectos y en estrecha coordinación con la Oficina del Primer Ministro creamos la Unidad Central de Gestión que en definitiva fue la unidad ejecutora que en forma exitosa llevó a cabo los programas de emergencia financiados por el BID y el Banco Mundial. Sus objetivos eran la creación de empleos y la rehabilitación y puesta en marcha de la infraestructura básica del país.

Este programa fue tan flexible que incluía la rehabilitación de los Ministerios, el Parlamento, las municipalidades, el adoquinamiento de las calles de Puerto Príncipe, Les Cayes, Jacmel, Jéremi, Cap Haitien, La Gonaive, etc. Otro de los logros fue el trabajo realizado con el Fondo de Asistencia Económica y Social (FAES),  en coordinación y liderazgo con el actual Presidente René Preval.

Por medio de este programa se financiaba en el interior del país, obras de infraestructura social: educación, salud, agua potable, alcantarillado con programas formulados y ejecutados por organizaciones no gubernamentales (ONGs). El leit motiv de los mismos era el esfuerzo propio y la ayuda mutua utilizando formas tradicionales de cooperación comunitaria como “el convite” tan arraigado en la cultura haitiana. Durante el desempeño de mis funciones profesionales, otra de mis preocupaciones fue la capacidad de absorción del país.

Cuando uno se enfrenta a la realidad cotidiana en Haití debe tener en cuenta la necesidad de implementar un serio programa de reconstrucción institucional por medio de una profunda reforma del Estado que establezca los límites y alcances de responsabilidades y obligaciones de los diferentes poderes del Estado. Otro aspecto es el examen de la viabilidad de un sistema presidencialista en Haití, teniendo en cuenta la historia del país.

La Constitución del 1987 formulada y aprobada por el grupo político Lavalás del Presidente Arístides trató de corregir las falencias de un sistema presidencialista creando un sistema semi parlamentario a la francesa. Sin embargo, en lugar de resolver el problema, la nueva Constitución fomentó cierta confusión ya que la figura del Primer Ministro, aunque fuerte, está supeditada a las órdenes del propio Presidente de la República. No obstante, este tipo de situación sólo puede ser resuelto por la voluntad y participación de la intelectualidad haitiana local y de la diáspora, a fin de definir el tipo de sistema político que ellos quieren para su país. Son ellos y solamente ellos los que tienen que determinar qué tipo de sociedad desean. Hay que reconocer que nadie de afuera puede llegar a imponer sus criterios e ideas, porque loshaitianos  son los dueños de su propio destino.

La historia de las relaciones de la comunidad internacional con Haití está llena de ejemplos de los errores cometidos por una falta en lograr concretar los programas y proyectos con una visión haitiana. Una de las críticas más severas que se le han hecho al BID, Banco Mundial, FMI y a la comunidad internacional es que los programas y proyectos no son formulados por los propios haitianos y de hecho nunca se ha “empoderado” a los haitianos a ser una parte activa en el proceso de toma de decisiones. En la mayoría de los casos, todos los programas y proyectos son paquetes formulados fuera de Haití y sin su participación. De ahí los fracasos y las disputas por desavenencias. En consecuencia, recientemente se ha anunciado la futura realización de una cumbre parala República de Haití.

Dentro de ese contexto, sería aconsejable que el Presidente Preval organizara una reunión preparatoria con los intelectuales haitianos locales y de la diáspora y formularan, en conjunto un documento presentando no sólo la visión haitiana de los acontecimientos recientes sino también la propuesta de una estrategia de corto, mediano y largo plazos, a fin de que esa  Nación sea sostenible en el tiempo.

Al mismo tiempo, se deberá apoyar la habilidad de las autoridades nacionales y locales para actuar en beneficio de sus ciudadanos. Mientras tanto, en el corto plazo se podría tomar en consideración la realidad haitiana con respecto a  la experiencia y resultados obtenidos por los países del sudeste de Asia con las medidas adoptadas para hacer frente al desastre creado por los tsunamis.

En mi opinión, se podrían explorar tres niveles de competencia, para enfrentar los retos de corto, mediano y largo plazos:

En primer lugar, dadas las falencias técnicas y financieras de los Ministerios, su recuperación y puesta en funcionamiento sólo deben dirigirse a su carácter normativo, es decir, sin atribuciones de ejecutar proyectos o programas.

Del mismo modo, podría crearse en forma independiente  tres Unidades: una supra de Evaluación y Supervisión; una intermedia de Coordinación y Planificación Estratégica; y una Unidad Central de Gestión. La primera de Evaluación y Supervisión tendría como objetivos dar seguimiento a la ejecución de los programas y proyectos tanto desde el punto de vista técnico como el financiero. A este respecto y teniendo en cuenta que de acuerdo a la Constitución de Haití, la Cámara de Cuentas es un poder independiente de los poderes ejecutivo y legislativo, la misma podría formar parte conjuntamente con un grupo de técnicos compuesto por extranjeros, miembros de la diáspora y personal local.

A este nivel se actuaría como cajas chicas, para mantener la transparencia administrativo-financiera, aplicar el código de ética y ser al mismo tiempo una caja de resonancia de las denuncias de corrupción. Dicha instancia tendría la responsabilidad de aprobar las unidades financieras de las dos unidades adicionales y la realización de auditorías concurrentes utilizando los servicios de auditores externos.

La segunda de Coordinación y Planificación Estratégica sería la encargada de llevar a cabo las negociaciones de los programas y proyectos con la comunidad internacional y formular la estrategia de desarrollo económico y social de corto, mediano y largo plazos, es decir sería una especie de “think-tank”, la cual estaría conformada, como la anterior, por personal internacional, de la diáspora y local.

La tercera sería una gran Unidad Central de Gestión, similar a la que creamos durante el período del retorno del Presidente Arístide y que fue un éxito al ejecutar los programas de Emergencia y Recuperación Económica tanto del BID como del Banco Mundial. En las presentes circunstancias, esta unidad sería la gran ejecutora con un personal especializado por área de responsabilidad y además compuesta por personal internacional, de la diáspora y local. Estamos hablando de un gran Ministerio Ejecutor.

Para dar cumplimiento a la Constitución de Haití, estas unidades deberán estar bajo la responsabilidad de la Oficina del Primer Ministro, quien en definitiva es el responsable de la Administración Pública del país. Dentro de este contexto, a fin de facilitar las labores de coordinación de esta Oficina con la del Presidente de la República y el Parlamento, la misma deberá ser reforzada y dotada del personal necesario que le permita cumplir con su cometido. En otro orden de ideas, se tendrá además que fortalecer al Parlamento a fin de que sus miembros puedan cumplir con los mandatos que les rige la constitución, contando con una infraestructura digna y modernapara ese país.

 Del mismo modo, habría que pensar en fortalecer la democracia, por medio del reforzamiento de la Comisión Electoral Provisional. Dicha comisión deberá estar conformada por no más de tres jueces notables sin afiliación partidista, como es el caso de Costa Rica, país que no sólo pudiera servir de ejemplo sino más bien de asesor en los temas relevantes electorales.

Concomitantemente habría que reforzar el Registro Civil, para que cada haitiano pueda poseer un carnet de identidad y pueda ser sujeto jurídico en su propio país y tener todos los derechos inalienables a los seres humanos. Dentro de este contexto, lo anterior permitiría tener un padrón electoral más confiable y poder medir con más certeza la población de votantes y la abstención electoral de votantes.

 Por último, para enfrentar las calamidades emanadas de los tsunamis, los países del sudeste asiático crearon el lema «The Land of Hope» con el objetivo de darle esperanza a sus pueblos.

En el caso de Haití, tomando en cuenta que el Presidente Obama ha designado como sus representantes personales a los ex presidente Bill Clinton y George W. Bush, habría que crear un lema en el cual se sientan identificados tanto los demócratas como los republicanos y podría estar alrededor de la idea de «El País de la Compasión y la Esperanza».

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Preferencia a Haití

La comunidad internacional deberá tomar las medidas para otorgar preferencias arancelarias, cancelar la deuda externa de Haití que ronda en una suma superior a los US$1,9 miles de millones; promover y generar el renacimiento de la cultura del arroz, a través de permitirle a Haití imponer tarifas arancelarias a las importaciones de arroz y por último que en los esfuerzos dirigidos a recuperar al país, tanto el gobierno como la sociedad civil de Haití sean el centro de un claro y único plan de reconstrucción de Puerto Príncipe y sus alrededores.

Finalmente, en ocasiones pasadas cada vez que hubo un esfuerzo de la comunidad internacional por tratar de buscar soluciones al problema haitiano, su participación e interés se apagaban a los seis meses pasados el inicio del ejercicio. En esta ocasión, se debe hacer un compromiso de largo plazo y crear un fondo para la reconstrucción de Haití. En mi opinión, se podrían explorar tres niveles de competencia para enfrentar los retos de corto, mediano y largo plazos para la reconstrucción de la devastada capital haitiana, Puerto Príncipe.

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