Se puede decir que la República Dominicana está enferma de tener que soportar a políticos de todas las banderas ocupados solamente en la conquista del poder, como si fuera un juego deportivo, como si se tratara de una batalla destructiva, quién ocupará primero la famosa silla de alfileres; enferma de vivir en continua crisis económica; enferma de tener que soportar una educación cada día más devaluada; enferma de una justicia prácticamente podrida salvo contadísimos jueces; enferma de una salud, cada día que pasa con mayor precariedad; enferma porque la mayoría de sus funcionarios no defienden el patrimonio del país; ni el económico ni el histórico; enferma por una seguridad social totalmente quebrada y una seguridad nacional en plena decadencia; enferma porque no mantiene una presencia digna en el conglomerado internacional; enferma en un vandalismo que agota campos y ciudades. El país está cansado de tantos partidos políticos y de los políticos que solo esperan el poder para servirse de él. Es tal la intranquilidad pública de los dominicanos conscientes, que estos ven el futuro del país con temor, porque no hay ejecutorias coherentes y porque otros se sienten amenazados en sus propios intereses frente a un Estado altamente centralizado, porque un país que siguió por muchos años por un sendero de conceptos reconfortantes y un deseo de desarrollo sostenido, se ve desviado de su curso natural por un inesperado ritmo de un cambio, que no responde a explicaciones justas, que crea un cierto malestar nacional, que de cierta manera explica los problemas y las consiguientes protestas de estudiantes, profesores, obreros, campesinos y del pueblo medio. El problema parece ser más profundo de lo que perciben sus dirigentes, a pesar de que sus evidencias las reflejan los más humildes ciudadanos con sus continuas irritaciones y alta criminalidad existente. El país entero está sumido en el desaliento o inseguro de hacia dónde se dirige o hacia qué meta desea dirigirse.
Existe sin duda un inmovilismo político, un retraimiento similar al que vivimos durante la tiranía de Trujillo y la oposición no ha hecho nada relevante para ofrecer una alternativa atractiva al país.