El desarrollo capitalista y la codicia

El desarrollo capitalista y la codicia

Karl Marx, en su voluminosa obra social y económica, dedicó su tiempo a analizar las causas de la generación del capital, del trabajo y la riqueza. De esa manera logró concentrar en varios de ellos su creencia plena de que la codicia, estimulaba en el capitalismo el afán de acaparamiento de fortunas. Así como influir en la conducta de las sociedades.
En pleno siglo XXI, en el capitalismo salvaje de que nos hablaba el inolvidable papa Juan Pablo II, la codicia se ha enseñoreado en todas las actividades empresariales del mundo libre. Este se encuentra dominado por una sola filosofía económica después del colapso del comunismo en 1989. Todos los empresarios han basado su éxito en la forma de lograr el máximo beneficio. Y esto en poco tiempo de iniciadas sus actividades empresariales y obtener las fortunas que le permitan disfrutar plenamente de una vida sibarita llena de confort y placeres.
En Dominicana, las tradicionales empresas familiares se han ido transformando y modificando la filosofía por las cuales fueron creadas al estar pasando a manos de consorcios extranjeros. Estos, con sus cuentas y bolsillos llenos de dinero, le rompen a cualquiera sus intenciones de proteger sus patrimonios familiares de muchos años de lucha y afanes para forjar hasta un nombre que sea una marca país. O esas empresas familiares bajo el control de las nuevas generaciones de la familia, más emprendedoras, se dislocan y caen en manos de la codicia que los lleva a presentarse con un estilo de vida derrochador y para las apariencias, muy alejado de lo que antes dictaban las reglas y prudencia empresariales. Ahora arrollan hasta a los mismos familiares y amigos cercanos, compañeros de las agonías de colocar sus empresas en el carril de ganar dinero.
La codicia domina el nuevo modelo capitalista. Le da fuerza a la expresión del capitalismo salvaje, que define esa corriente que contribuye a aumentar el desfase social de las clases, ahondando en el hoyo de la pobreza a muchos seres humanos. Los afortunados, como empresarios de última generación, se elevan en su nivel de opulencia. Exhiben su bienestar con inversiones apabullantes en cuanto a las residencias, vehículos, viajes, comidas y disfrute pleno, con un exceso de los gustos por el sexo. Este debía ser aprovechado con moderación, discreción y menos exhibicionismo de las “chapeadoras”. Se cae en los peligros del blanqueo del dinero, fruto del negocio del tráfico de drogas, que ya se ha entronizado en muchas actividades inmobiliarias y comerciales.
El ser humano lleva dentro de sí los fermentos de las ambiciones desmedidas, en que no se paran ante la agresión al semejante. Esta es una situación que la definen muy bien los conceptos religiosos como el de los diez mandamientos. Así mismo, las demás reglas del buen vivir que promueven todas las creencias en un solo Dios, justiciero, amoroso y castigador, para normar la vida en comunidad. Es que el disfrute de los bienes, que se le arrancan a la Naturaleza o los que se fabriquen por la habilidad e inteligencia de los humanos, son para la superación y la convivencia justa de todos en un ambiente de armonía universal.
Pero el desarrollo de las sociedades, en particular las más avanzadas, han sabido ubicar los elementos que impulsan a todos los seres humanos a poner a sus servicios los medios de producción. Y estos son los que se inventan y se destinan para mejores condiciones de vida.
Se busca el dominio con un afán de utilizarlos para que unos estén por encima de los demás. Se disfruta del hedonismo que supera lo moderno y beneficios de los bienes terrenales, como diría la fe cristiana, pero dominado por la codicia. Esta se ha convertido en el principal estímulo para acaparar lo más que se pueda.
Luchar contra la codicia se hace difícil ya que domina a la colectividad. Con el nivel de destape de las ambiciones que existen, la actividad política se ha corrompido hasta los tuétanos. Cada político va a la administración a buscar el nicho en el cual podrán enriquecerse, y después de haber sido confesos ateos o comunistas se convierten en los potentados, que hasta quieren ser presidenciables, haciendo uso de las fortunas acaparadas, desviando millonarios recursos de los cargos ministeriales que desempeñaron, impulsando un derroche que ya ellos quisieran que la ciudadanía creyeran que provienen de donaciones o de su propio peculio o de actividades comerciales de mucha pulcritud.

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