El desarrollo ecoturístico

El desarrollo ecoturístico

PAÍNO ABREU COLLADO
En su periplo por varios países europeos, nuestro Presidente, el doctor Leonel Fernández, ha escuchado y celebrado el interés que muestran inversionistas por establecerse en el país desarrollando proyectos hoteleros ecológicos. ¡En hora buena! Porque precisamente eso es lo que necesitamos, que se tome en cuenta la ecología de cada lugar y se respete el entorno natural existente, preservando los hábitats de la flora y fauna existentes, para que sigan ahí con las próximas generaciones. De lo que se trata es de establecer un turismo sostenible y sustentable.

La República Dominicana es parte de una isla y como tal la zona costera-marina es la parte más valorizada de su territorio para fines turísticos. Al estar ubicada en el Caribe, sus condiciones climáticas son de calor y pleno sol durante casi todo el año, lo que la convierte en el sueño generalizado para pasar sus vacaciones de casi todas aquellas personas que viven en países de clima templado (la mayor parte de Estados Unidos y Europa, entre otros).

Aparte de eso, la República Dominicana, por su ubicación geográfica y sus características geomorfológicas posee una gran diversidad de microclimas, que han permitido el desarrollo de una amplia biodiversidad, con especies de fauna y flora que en muchos casos sólo existen aquí y en ninguna otra parte, amén de las muchas bellezas naturales de nuestro país. A tales bondades hay que sumarle las características culturales propias de nuestro pueblo, expresadas mayormente en la música y en su forma de ser del dominicano. Todo ello hace de nuestro territorio un destino de gran interés para un fuerte nicho del turismo mundial que no busca únicamente playas y que cuando llega se embelesa con nuestra isla fascinante.

¿Puede nuestro país darle la espalda a su propia realidad? ¿Debemos dejar de aprovechar para nuestro desarrollo económico y social toda esta riqueza que como un regalo del cielo nos provee la naturaleza? Todo lo contrario, nuestros líderes deben hacer cuanto esté a su alcance para lograr el desarrollo sostenible de la industria turística alrededor de la riqueza natural que poseemos, poniendo siempre por delante el interés de nuestro pueblo. No tenemos petróleo que se consume y se acaba, y que de paso al usarse contamina, pero sí tenemos playas, montañas y sol, en abundancia y eternos.

¿Debemos cerrarle las puertas a los inversionistas que desean invertir sus recursos en nuestros país? Jamás. Lo único que tenemos que hacer es establecer las reglas y que las mismas sean consecuentes con la visión de sostenibilidad a que estamos obligados con las generaciones futuras, que deberán disfrutar del mismo espacio físico que tenemos hoy, sin empobrecerlo. Toda inversión que respete esas reglas debe ser bienvenida y por demás atraída. Por tanto, debemos felicitar a nuestro Presidente, quien procura inversiones excelentes para el país.

¿Que clase de desarrollo turístico es el que puede y debe hacerse en nuestro territorio?

¿Nos conviene el turismo excluyente de Bávaro y Bayahibe o el turismo anárquico, desordenado y corrupto de Boca Chica y Sosúa?

Ni una cosa ni la otra. Hasta ahora el desarrollo del turismo en la República Dominicana, además de excluyente, parece haber seguido un curso que ha priorizado la cantidad de habitaciones, especialmente en las áreas de playa, sin que se haya tomado mucho en cuenta el entorno natural y la preservación de las especies de flora y fauna de cada lugar. Eso tiene que acabar. Por otro lado, las playas de la República Dominicana no pueden ser enajenadas y por eso las habitaciones hoteleras tienen que ser construidas a la distancia que indica la ley, y en ningún caso pretender que el turista tiene que saltar de la cama a la arena de la playa. Eso ya no se permite en ningún país del mundo. Así mismo, cada cierta distancia, entre las inversiones hoteleras, el Estado está obligado a crear las facilidades necesarias de parqueo y caminos de acceso al público, porque las playas son públicas.

Los inversionistas temen que si no “toman la playa” como parte de su “propiedad”, nunca tendrán la seguridad que requieren para la tranquilidad de los turistas que compran sus habitaciones. Y resulta que ahí está la exclusión de los dominicanos que no pueden pagar esas habitaciones “por la apropiación del bien público”. Sin embargo, es el Estado, aplicando la Ley y el orden, quien tiene que garantizarle a los empresarios sus inversiones, como también el derecho que tienen los dominicanos para el uso de los bienes públicos.

Ni exclusión ni tigueraje. El Estado debe desarrollar la capacidad para proteger los derechos de todos. En el caso específico de aquellas zonas como Bahía de las Aguilas, que siendo protegidas se les ha asignado la categoría de Areas de Recreación, para permitir su desarrollo turístico, la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales debe establecer sin más dilación el Reglamento para su uso, como manda la Ley. Sólo después de formulado y promulgado dicho Reglamento, y sometiéndose a su imperio, deben permitirse inversiones en dichas áreas, como en otras con la misma clasificación.

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