Como cada vez se hace más difícil que los partidos políticos que una vez fundamentaron su accionar en ideales revolucionarios, liberadores y con ofrecimientos de una sociedad donde impere la justicia social, puedan retornar a sus orígenes o por lo menos recoger las velas que abandonaron en el camino, probablemente la mejor forma de darle algún contenido diferenciado a sus propuestas, es fundamentando sus discursos en la forma de cómo gobernar.
En realidad se hace cada vez más difícil que del propio seno de la generación de políticos actuantes en la vida nacional, exista alguno que pueda impulsar con posibilidades de éxito un verdadero movimiento con visos de cambios revolucionarios, capaz de romper con los esquemas que mantienen la sociedad bajo el dominio de grupos de poder ancestrales y emanciparnos de su influencia, abriéndole las puertas a un Estado donde se gobierne para todos, priorizando las necesidades que padecen millones de personas, mientras brotan y salpican los despilfarros de los sectores que han abusado del país y les boronean ventajitas a algunos que se suponen con influencias en determinados sectores para mantenerlos mansos y en el redil.
A lo más que se pudiera aspirar con la generación de políticos que tenemos, especialmente los más jóvenes que han crecido y desarrollado con una mentalidad totalmente distorsionada de la realidad verdadera que vive la mayoría de los dominicanos y con una cultura tan poco auténtica como las demás influencias que determinan las costumbres de hoy día, es hacia un concepto de desarrollo a partir de: en que invertir y como distribuirlo. De manera que ni el Estado sea como un banco de vagos, ni las inversiones se realicen para satisfacer aspiraciones de los grupos de poder que se reparten el botín nacional.
Un compromiso de gobernar para resolver los problemas de la gente, no para los que realizan las obras o para los que de alguna manera se beneficiarían de las mejoras que en su entorno se promuevan o ejecuten. Porque el país ha estado secuestrado por los mismos grupos de poder desde siempre, con algunas variaciones más o menos determinantes, pero siempre para complacer sus insaciables apetencias.
Dentro de un concepto de desarrollo humanista, no es posible que existan personas que no tengan acceso absolutamente a nada, mientras se realizan obras innecesarias o sobre-estimadas y se despilfarren millones para complacer a unos cuantos cuyo ego requiere exaltación, no importa si se han llevado el país entre las uñas, algunas veces por iniciativa oficial, otras por la inspiración de la cúpula incluyendo la eclesiástica que cada vez se más se aleja de la realidad popular.
Pero mientras el país se cae a pedazos y los dineros de las drogas inundan la mayoría de las instituciones, aunque algunos pretenden hacer creer que son transferencias financieras provenientes de los que pierden la fe en las monedas extranjeras, nuestros políticos llevados de la mano de la cúpula, asistirán dócilmente a discutir una Reforma que solo busca prolongar esta situación.