El desarrollo local como generación de empleo

El desarrollo local como generación de empleo

CÉSAR PÉREZ
Luego del problema energético, por razones que huelga citar, la generación de empleos y la política urbana, son los dos temas más importantes de la agenda nacional. Así se expresaba un alto funcionario del presente gobierno y entrañable amigo, durante un encuentro en que participaban altos funcionarios municipales nacionales y extranjeros y de académicos nacionales.  Por ser economista quizás él pensaba una cosa separada de la otra, pienso que una de esas dos variables es dependiente de la otra, pues hoy día no hay posibilidades de generación de empleo al margen de una política de desarrollo local.

En efecto, nuestro país vive el recurrente debate de fin de año sobre las asignaciones del presupuesto nacional a las diversas dependencias gubernamentales y a las diversas instituciones descentralizadas y ONGs, esta vez en el contexto de la discusión sobre las políticas sociales.  Como siempre, la mayoría de las demandas se centran en la exigencia de más dinero para la llamada política social, la cual resulta limitada si no se exige que se desarrollan políticas generadoras de empleo, pues es el empleo la vía más digna y segura para la superación de la pobreza y para elevar la calidad de vida de la población.

Desafortunadamente, todavía se mantiene casi incólume la concepción del desarrollo a través de las políticas macroeconómicas tradicionales que constituyen la base de los grandes paradigmas del desarrollo: el liberal y sus variantes y el marxista.  Hemos estado alejados de una corriente del pensamiento social que se abre espacio mediante una novedosa propuesta de de medidas económicas a nivel micro tales como, entre otras, las políticas de empleo, de economía social orientadas fundamentalmente ha impactar en las economías familiares y territoriales, además del fomento de la cultura emprendedora de la población.

Esas políticas tienen como ámbito principal los espacios locales y urbanos, teniendo objetivo principal el aprovechamiento la particularidad de los recursos de esos espacios: humanos, atributos naturales, mares, montañas, lagos, minerías etc. A eso han apostado varios países pertenecientes a los llamados polos desarrollados, como los que se encuentran en esa vía, identificando los que se ha llamado yacimientos de empleos, que no es otra cosa que las potencialidades de cada localidad para insertar la población en el proceso productivo.

Cada municipio, cada localidad e incluso hasta en una misma ciudad, cada barrio, poseen sus propias particularidades y potencialidades, por sus posiciones geográficas y su jerarquía espacial (local, regional y/o nacional), culturales e históricas que les permiten sus particulares desarrollo.  Los países con experiencias de gestiones locales exitosas en áreas tradicionalmente atrasadas, han logrado curvas de desarrollo en esas áreas iguales y hasta superiores a la media de países de la Europa rica, porque han apuntado sus economías en sus atributos particulares.

Pero, para que esto sucede deben darse algunas premisas: una política de descentralización que no implique que el estado olvide su deber de asignar recursos, pero con una estricta observación de las competencias de los ayuntamientos, un acuerdo entre las fuerzas políticas locales y nacionales (al margen de cualquier sotana casamentera) y una activa participación de la comunidad y del sector privado en los procesos de identificación y explotación de las potencialidades locales.

Para poner un ejemplo, comunidades como Miches, Manzanillo, Montecristi, Bahoruco, Cotuí, tienen condiciones naturales óptimas para su particular desarrollo, pero para ello se requiere del concurso de los sectores políticos, económicos y sociales arriba mencionados.  Desplegar iniciativas, esfuerzos e imaginación para lograr esos objetivos quizás sea más rentable que los esfuerzos en demandar mayores asignaciones presupuestarias para una política social que por demás aún es indefinida.

Si esas comunidades, sobre todo aquellas que tienen playas, se dotan de planes que ordenen sus territorios y que las preparen para resistir a las políticas de inversión en el turismo sin cuidar las comunidades rurales y/o urbanas donde se asienta esa inversión, como es habitual y además para competir, mediante la opción de turismo a escala modesta y sostenible, para la atracción de un turismo que impacte en las economías familiares locales y que genere empleos, estarían contribuyendo en términos prácticos al diseño de un modelo de desarrollo nacional conforme a los nuevos tiempos.

Un gobierno local que genere riqueza y que tenga iniciativas de acompañamiento a las acciones que llevan a cabo diversos actores y agentes sociales, ONGs, agencias de cooperación, las comunidades organizadas en sus espacios, estaría en grado de optimizar los recursos que reciben las instituciones encargadas de llevar a cabo las políticas sociales claves, como son los sectores de Salud y Educación, teniendo como objetivo a breve plazo asumir de pleno derecho la gestión de esos servicios.  Como se ha hecho de manera puntual en algunas localidades (experiencia de Salcedo y de las escuelas club de algunos barrios del Distrito Nacional).

Si nuestra clase política hiciera el debido énfasis en los temas de descentralización y del fortalecimiento institucional de nuestros municipios, nos evitaríamos este recurrente debate en torno a la repartición burocrática y corporativa del presupuesto nacional.  Por lo menos, tendríamos un motivo menos de pleito y menos tareas para el chapulín ensotanao.

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