Hace bastantes años atrás se vio que el país tenía atributos naturales suficientes – playa, mar, palmeras, sol – para llegar al desarrollo a partir del turismo: entonces, se hizo la famosa ley de incentivos promulgada en los años 60. En esos años fue transformada la costa del Norte (Playa Dorada, Cabarete, Río San Juan) con marinas, espigones, aeropuertos, carreteras, residencias, hoteles, restaurantes; llegaron los turistas y sus conocidas costumbres. Cuarenta años después el desarrollo de la zona dejó lamentaciones, recuerdos, deserción y abandono, playas regeneradas por los daños, manglares agonizantes; el modelo había fracasado, reconversión en turismo inmobiliario es la solución de hoy. Juan Dolio, en la costa Sur, se integró al desarrollo con un turismo de baja densidad, pero la planificación no previó que nadie quiere ser parte atrás.
En estos momentos, el turismo inmobiliario representa la única opción de salvar los muebles pero no es sostenible por el frágil equilibrio costero existente. Después, vimos un poblado desaparecer, ése fue el modelo Bayahibe, sacrificado para ser puerto de embarque y aparcamiento, sin importar los daños ambientales, que son evidentes.
En los 90 entonces vivimos la extraordinaria aventura humana de Punta Cana y lo que sucedía con los asentamientos agrarios del IAD, vivimos compras y negociaciones, para al final ver nacer hoteles, golf, etcétera. Motivo de orgullo y de preocupación, ese modelo no es tal, por las aguas residuales vertidas sin planta de tratamiento al mar, sobre-consumo del agua del manto freático, salinización y una circunvalación externa que contribuye a la privatización de la costa y a la arrabalización exterior incontrolable. Hoy, aparece Bahía de las Águilas.
Dicen que será diferente ¿creer sin dudar? ¿Y los modelos del pasado? No hemos podido crear un modelo sostenible de turismo que contribuya al desarrollo integral entre paisaje-gente-ingresos.
Casa Bonita es una excepción maravillosa, elitista. Las inversiones extranjeras se convierten en enclaves ejemplo acabado: Casa de Campo, un Estado enquistado en el país. ¿Cómo podría escapar a ese modelo Bahía de las Águilas? Innovando con una nueva oferta orientada hacia la naturaleza (playa, montaña) y la cultura, hacia un mercado inteligente, respetuoso, responsable y solidario, ya que no puede haber un desarrollo turístico sostenible en la zona fronteriza sin involucrar Haití y Jacmel y su cultura. Su éxito seria un ejemplo para el país y el Caribe.