El desayuno en los tiempos del cólera

El desayuno en los tiempos del cólera

De pie, en el entierro de la dignidad, parecen esperar que también les visite la muerte. Están enfermos de miseria y abandono. Sus cuerpos languidecen y sus almas, llenas de quién sabe qué, apenas pueden librar la última de las batallas para mantener la vida.

A pesar de su precaria situación, algunos no recuerdan que les juraron lealtad. Y es que los funcionarios no piensan en quienes están llamados a proteger. ¿Cómo puede alguien ignorar la enfermedad de toda una zona de la ciudad?

Hoy es La Ciénaga la que sufre. Hundida en su propia mierda (lo siento, es así), la gente que vive allí comienza a ser víctima de la marginalidad con la que se sienta a la mesa cada día.

Pero Salud Pública calla. Lo minimiza como sin con ello el cólera dejara de existir. Pero está ahí, al acecho de todos, y será peor mientras más se quiera ocultar la realidad.

No sé qué afán de mentir hay en el gobierno. Lo mismo pasa en el Ministerio de Educación, donde ahora no existen intoxicaciones sino indigestiones y se le resta importancia, al menos mediática, al problema del desayuno escolar.

Pero los casos regresan una y otra vez. El último tuvo lugar ayer en Moca. La situación, que ya no lleva el nombre de Melanio Paredes, debe llamar a una profunda reflexión. Algo sucede, veamos qué.

No esperemos que, de repente, a alguien le pase lo mismo que al doctor Juvenal Urbino, quien murió de la manera más tonta dejando a Fermina Daza viuda y a merced del amor del ayer. Que no venga Florentino Ariza, cuando sea inevitable, a recordar que nos juró amor.

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