El desayuno escolar, ganaderos y calidad

El desayuno escolar, ganaderos y calidad

En este país perdemos mucho tiempo en enfrentamientos onerosos y estériles. En esos enfrentamientos participan distintos grupos de interés, unas veces por imperativos de sobrevivencia, otras por dificultades relativas a la superación de comportamientos empresariales anclados en los contextos sociopolíticos de la segunda mitad del siglo pasado.

Esas confrontaciones devienen a veces en juicios recurrentes donde los fiscales de un sector acusan de malas prácticas a los de otro sector, a veces sin someter a un escrutinio serio sus propias actividades, resultando así tremendamente vulnerables en relación con los mismos cuestionamientos que disparan por todos los medios posibles contra sus supuestos adversarios. Sin dudas, cuando las ganancias pueden resultar substanciosas, se olvidan los defectos propios. Nos presentamos como los mejores con el mejor producto y nos encerramos en las barricadas de barro de unas razones que pretenden imponerse por el linaje de quien las expone y no por aquella contundencia, casi olvidada, que deriva de los hechos testarudos.

Todos sabemos que el Programa del Desayuno Escolar, liderado por el Ministerio de Educación, obedece a uno de los objetivos más nobles del Estado dominicano: paliar las deficiencias nutricionales de nuestros escolares y, por esa vía, economizar recursos a las familias más pobres que siguen “formándose” en los alrededores del proceso de desarrollo. Obviamente que, ese carácter altruista, se mezcla con una sustantiva erogación presupuestaria que pagamos los contribuyentes y que hace del Programa uno de los espacios más apetecibles de las subvenciones estatales. Son muchos los actores que desearían una “tajada del desayuno”, aunque fuera una galletita.

La participación equitativa en la provisión de esas raciones alimenticias no es algo que debamos someter a ningún examen riguroso en la medida en que nuestras reglas de juego democráticas exigen transparencia, equidad y participación. La cuestión nodal debería ser el cumplimiento: todo sector que cumpla con los requisitos de un protocolo para el control de la calidad de los componentes del desayuno escolar, tiene el derecho de exigir participación en el abastecimiento, de modo que garanticemos una oferta de esos alimentos aceptablemente diversificada pero, ante todo, confiable en términos de inocuidad y calidad.

A raíz del retiro de la leche de LADOM del desayuno escolar, los ganaderos han propuesto, con todo derecho y bríos renovados, que se incremente la participación de la leche cruda de vaca en ese servicio. Quisiéramos aquí puntualizar que si convenimos en incrementar sustantivamente esa participación, es decir, servir leche natural en nuestras escuelas, deberíamos entonces estar preparados para asumir determinados riesgos porque ese producto no es por definición un alimento destinado al consumo humano, a menos que no cumpla de manera estricta con unos procedimientos y requisitos previos, para asegurar que sea efectivamente saludable.

Es decir, los ganaderos deberían perder menos tiempo en descalificar y más en incorporar a sus fincas ganaderas una cultura de calidad, no sólo para que el producto sea vendido como leche fresca -mezclada con otros productos o saborizada- en el programa del desayuno escolar, sino para que también puedan aprovechar la existencia de una industria láctea que tenemos aquí bien establecida y que, dado su notable desarrollo tecnológico, debe ser forzosamente exigente ante sus proveedores, en cuanto al cumplimiento de los estándares de calidad y las buenas prácticas de producción e higiene que corresponden.

En este sentido, me parecen muy oportunas las recomendaciones de la Misión de Trabajo del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA) y de la Red de Agencias de Desarrollo Económico Local (Red ADEL), entidades que cuentan con el apoyo del Programa ArtGold del PNUD. El informe preliminar de esa Misión, sobre el desempeño del sector lechero nacional, nos presenta un panorama muy desafiante, esto es, con muchas tareas pendientes. Es menester un gran esfuerzo sectorial, mancomunado y sabiamente planificado, para lidiar con el estancamiento y los problemas de calidad de la producción lechera nacional.

Los ganaderos deben trillar el camino del mejoramiento continuo y para ello es necesario construir otro discurso sectorial más enfocado a la calidad, más cooperante y menos propenso a buscar las pajas en ojos ajenos, propiciando con ello la permanencia o el ocultamiento de sus propias debilidades. Si cuestionas la calidad de los productos lácteos, debes responder con la calidad de la leche cruda, pero la realidad es que todavía no podemos hacerlo, es necesario recorrer un largo y escabroso camino, el cual abarca, en sus márgenes definitorios, la mentalidad de los gerentes o propietarios de las pequeñas y medianas fincas ganaderas.

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