El descenso de la fe

El descenso de la fe

Después de la Segunda Guerra Mundial, el cristianismo experimentó un crecimiento que llegó al veinte por ciento en toda Europa.

Pero su pico de ascenso más impresionante fue en el 1959, fecha en que llegó a un treinta y cinco por ciento.

Sin embargo, hoy se aprecia con gran preocupación cómo la gente está abandonando los viejos templos, tornándose cada vez más indiferente hacia el concepto religión.

El escenario de los grandes reformadores, predicadores y teólogos ahora se ve como ruina vieja de lo que fue un tiempo de gloria de la fe.

Las razones para este fenómeno es que las personas se tornaron más materialistas, hedonistas y, sobre todo, racionalistas.

Hubo una concentración hacia la satisfacción personal y una revalorización del enjuiciamiento religioso hacia el concepto del bien y del mal.

En el viejo continente la religión perdió el poder sobre la forma de pensar de la gente y su conducta.

Se empezó a vivir una especie de liberalidad en cuanto a la vida, a la ética y a la moral.

Los jóvenes empezaron a prestar más atención a la filosofía de los catedráticos universitarios que a los sermones enjuiciadores de los pensadores religiosos.

En nuestro tiempo algo parecido amenaza con afectar seriamente el auge que habían estado teniendo las religiones tradicionales en nuestras sociedades.

Pero el descenso no es sólo por la revalorización de los conceptos filosóficos y doctrinales, sino por la pérdida de credibilidad de los hombres de púlpitos.

Las religiones en este tiempo han pisoteado la moral y los mismos principios que enarbolan desde sus santuarios.

Muchos líderes religiosos grandes y muchas instituciones de fe están más empeñados en aparentar que en ser, pero son víctimas de las mismas pasiones de los demás.

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