WASHINGTON. AFP. Al desembarcar en Normandía en junio de 1944, los militares estadounidenses no fueron simplemente los liberadores de un país ocupado por los nazis: para algunos soldados renegados, ir a Francia era una «aventura erótica», según un libro recién publicado en Estados Unidos.
Esta es la tesis de la historiadora estadounidense Mary Louise Roberts, quien muestra el sexo, la prostitución y la violación como una forma de los estadounidenses de «imponer su poder» en una nación disminuida.
Esta especialista en historia de las mujeres en Francia ha estudiado desde 2004 archivos normandos y estadounidenses para escribir su libro «What Soldiers Do: Sex and the American G.I. in World War II France» (Lo que hacen los soldados: sexo y los militares estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial en Francia).
Lo que pasó en Normandía no es «un gran secreto para los normandos, pero sin duda es una sorpresa para los estadounidenses», que «siempre tienen en mente el viejo mito del militar varonil y sin mancha», dijo Roberts, profesora de la Universidad de Wisconsin (norte). La prensa militar estadounidense «relató la Liberación como una historia de amor, fotografió a soldados norteamericanos besando a jóvenes francesas», escribió la historiadora, y «luego lanzó el mito del militar estadounidense como el ‘salvador’ de una nación de mujeres».
Sin embargo, una broma contada por los normandos dice que «cuando llegaron los alemanes, los hombres tuvieron que esconderse. Pero cuando llegaron los estadounidenses, las que debieron esconderse fueron las mujeres», indicó Roberts. En el puerto de Le Havre y en Cherburgo, los franceses hablan hasta violaciones.
«En Le Havre no se podía caminar sin ver a alguien tratando de tener una relación sexual», dijo Roberts tras estudiar la correspondencia del entonces alcalde, Pierre Voisin, quien se quejó al coronel Thomas Weed, comandante de las tropas estadounidenses en la región. La jerarquía condenó públicamente estos actos, pero dejó que siguieran, agregó. Según Roberts, la propaganda estadounidense «había vendido la campaña de Normandía como una aventura erótica», ya que había que motivar a los soldados a luchar.