Sin fuentes de trabajo ni esperanza por el momento de inversiones por parte del sector privado y del Gobierno, la mayoría de los pobladores de San Luis, en Santo Domingo Este, no encuentran qué hacer. Los más osados acuden a la capital, otros se dedican al chiripeo o al motoconcho para sobrevivir.

Muchos otros, en su mayoría jóvenes, se dedican asaltar y atracar para mantenerse o mantener el vicio, lo que preocupa a las familias y las iglesias que tratan de salvar algunos para que no se pierdan en el pandillerismo o no caigan a manos de la Policía. Es que, luego del descalabro del ingenio Ozama, durante el período que va de 1996 al 2000 -con el proceso de capitalización o privatización-, esa localidad se convirtió en “fantasma”, ya que la fuente de trabajo principal era la industria de la caña.

Martha de Jesús, pastora de la iglesia Nueva Jerusalén, narra que para no morirse de hambre algunos sacan pequeños negocios al frente de sus hogares, como la venta de pastelitos, pan tostado, jugos y verduras, mientras otros se la buscan vendiendo prenda de vestir usadas, al menos dos días a la semana.Lamenta que en esa localidad no existe una sola empresa donde la gente, especialmente los jóvenes, acudan a buscar empleo, a pesar de miles de tareas baldías que están en poder de particulares, donde antes se sembraba la caña.