El desmayo de un militar

El desmayo de un militar

Un domingo reciente el obispo emérito de Barahona, Fabio Mamerto Rivas, se desmayó mientras oficiaba una misa en la ciudad de Moca. El combativo sacerdote, fiero crítico del narcotráfico, perdió el conocimiento momentáneamente. Fue entonces conducido a una clínica donde lo sometieron a exámenes y tratamiento para retornarlo a la normalidad. Afortunadamente, Mamerto, con 77 años a cuestas, nada grave padecía. Descuidó su alimentación esa mañana y no pudo soportar el calor del templo mocano vestido con el ropaje que el rito exige.

Al día siguiente de conocida aquella noticia, los cables internacionales recogían la información de otro desmayo. Esa vez, el desplome lo sufriría el general David Petraeus, comandante de las tropas estadounidenses que operan en Irak y en Afganistán. En este caso la pérdida del conocimiento no podría achacarse al ambiente porque estaban en un salón refrigerado del Congreso. Además, como experimentado jefe militar, se le supone bien alimentado y resueltas sus necesidades fisiológicas antes de moverse de su recinto. El desvanecimiento tendría lugar mientras Petraeus era sometido a un intenso interrogatorio por la Comisión de Servicios Armados del Senado de Estados Unidos.

Dos desmayos consecutivos de personas notables, conocidos a través de los medios de comunicación despertaron la curiosidad de muchos, más cuando fueron sufridos por personas de ocupaciones a veces antagónicas: la religión y la guerra. Los manuales de medicina llaman síncope vasovagal a la pérdida involuntaria del conocimiento provocada por la reducción del flujo de sangre al cerebro. En la generalidad de los casos, este síncope aparece debido a impactos emocionales, al miedo, a la baja de azúcar en la sangre o a ambientes calurosos que contribuyen a la deshidratación corporal.

Sin embargo, los desmayos del sacerdote y del militar no coincidieron en las causas que los originaron. El que más llama la atención es el del general de cuatro estrellas David Petraeus, un hombre entrenado para guerrear, cosa esta que ha practicado incesantemente siguiendo la tradicional política agresiva estadounidense. En él, el estrés debe ser algo permanente alrededor del campo de batalla y no sabemos cuántas veces conoció el miedo. Sin embargo, el jefe militar se desmoronó luego de una hora de interrogatorio ante una Comisión del Senado. Y se desplomó precisamente cuando el senador John McCain lo cuestionó en torno a los recientes fracasos de la ofensiva estadounidense en Afganistán. Reclamó el congresista una explicación de por qué la muy publicitada ofensiva que desarrollarían las tropas de Petraeus en la provincia de Kandahar fue pospuesta, sin explicación alguna, hasta septiembre de este año. Y él no ofreció una respuesta satisfactoria, como tampoco la tuvo para explicar el creciente número de víctimas estadounidenses en ataques directos del Talibán a bases militares de Estados Unidos en Afganistán. El estrés del general llegó a su límite cuando se le pidió informar sobre las intenciones del presidente Hamid Karzai de negociar una paz con los talibanes al margen de las tropas ocupantes de Estados Unidos. Petraeus no pudo resistir más y, inconsciente e involuntariamente, estrelló su cara contra la mesa en la que se apoyaba.

Es aceptable que el obispo de Barahona pierda el conocimiento por abusar de la capacidad de su tan utilizado cuerpo con una vida austera durante 77 años. Pero que el comandante de las tropas que han provocado más de un millón de víctimas en Irak y en Afganistán, con 20 años menos de edad que el cura de Barahona, queda muy mal posicionado al desmayarse por no tener respuestas adecuadas para los que se vaticinan  serán fracasos militares peores que el sufrido en Vietnam en los años ’70.

El Premio Nobel de la Paz  Barack Obama, prometió cínicamente empezar a retirar tropas de Afganistán el año que viene, 2011, luego de haberlas aumentado en 30 mil efectivos. Ahora, su principal jefe militar se desploma inerte frente a la Comisión de Servicios Armados del Congreso estadounidense porque, de hablar, tendría que desmentir públicamente a su Comandante en Jefe. No en balde Petraeus y la Casa Blanca saben bien que, en aquellas guerras de Irak y Afganistán, si en alguna medida están avanzando, es como lo hace el cangrejo: para atrás.

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