Esta semana se inició la guerra de las encuestas políticas, que es una forma de influir en el ánimo de los indecisos, de los sin partido, de los que esperan a última hora para votar por el que la percepción del momento intuye como favorito.
A finales de la década de 1960 la CIESPAL un organismo interamericano que se ocupaba de los avances y apoyos a la profesión del periodismo, realizó un curso en la Universidad Autónoma con respaldo del entonces Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales, ocasión en la cual fueron más las ausencias que las participaciones.
Ahí se aprendió que la forma de seleccionar el universo de las personas a encuestar tenía directa relación con algunas respuestas que se buscaban, pues no responde igual una persona que tiene altos ingresos, seguridad económica, que reside en un barrio donde siempre hay agua y electricidad, que tiene supermercados y súper farmacias, recogen la basura farmacias, clínicas, hospitales, que las respuestas que dan quienes carecen de trabajo, residen donde a veces llega la energía eléctrica, el acueducto manda agua cada tres o cuatro días, carecen de trabajo, la basura se acumula donde quiera, no hay hospitales, entonces, cualquier encuestador, cuyo trabajo esté bien pagado, seleccionará un 80 o 90 por ciento de SU universo, para encuestar en ese nivel, en ese barrio.
De ahí que la firma encuestadora tiene que tener un personal directivo y de encuestadores de campo, con una conducta, con un aval de solvencia moral que esté muy por encima del promedio de la sociedad.
Mi inolvidable amiga, Doña Trina Sánchez de Garrido, me advirtió una vez que las personas se buscan, por la conducta que les enseñaron sus mayores, como modelos, como arquetipos.
Así, pues, hay que tomar con pinzas los resultados de encuestas pagadas porque como dice el refrán “por la plata baila el mono”.
La encuesta no es ni buena ni mala, es como la verdad del cristal aquel que canta la cuartera: “en este mundo traidor/nada es verdad ni es mentira/todo se ve del color/del cristal con que se mira”.
En eso estamos con las encuestas, las encuestas no son malas por sí, depende. El papá de un amigo cercano decía que quien tiene la papeleta, pone la mano en la teta.
Lo interesante es que en esta semana un mismo encuestador publica, con dos o tres día de diferencia sendas encuestas que han sido cuestionadas por los favorecidos por ellas. Eso no se había visto. El empujar la percepción hacia un destino también tiene sus bemoles y como no son buenos músicos, se alarman.
Y aún no se ha visto lo peor. Esperen y verán, pero mientras, no desmayen, trabajen por la candidatura de Luis Abinader.