El desorden no es el camino

El desorden no es el camino

La reciente marcha en El Hoyo de Friusa, celebrada el pasado domingo, dejó más preguntas que respuestas sobre las verdaderas intenciones detrás de la convocatoria.

En un país donde el turismo es la columna vertebral de la economía, jugar con el desorden para sacar ventaja política es una práctica irresponsable que debe erradicarse.

Con la llegada de las redes sociales, todo se amplifica en tiempo real. Los dirigentes políticos que aún apuestan por estrategias caducas de décadas pasadas, cuando la manipulación mediática tenía un impacto diferido, están quedándose atrás.

Hoy, cualquier acción, por pequeña que sea, se viraliza y tiene repercusiones inmediatas, tanto a nivel nacional como internacional.

Esta marcha me recordó mis años en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) donde los disturbios eran una táctica recurrente para culpar al oficialismo y crear una falsa sensación de inestabilidad.

La diferencia es que ahora el escenario no es un campus universitario, sino Punta Cana, el destino turístico más importante del Caribe. ¿A quién beneficia llevar el caos a una zona cuya reputación es crucial para la economía del país?

El expresidente Leonel Fernández criticó la respuesta de las autoridades a la manifestación, alegando un uso excesivo de la fuerza. Sin embargo, es evidente que hubo una intención premeditada de generar conflicto, con una organización bien financiada.

Se gastó mucho dinero en esta actividad con el objetivo de desestabilizar, pero los resultados fueron contraproducentes para quienes la orquestaron.

Es cierto que en El Hoyo de Friusa existe un problema de inmigración irregular que debe ser abordado con un plan estructurado y con la participación de todos los sectores.

Pero la solución no es crear desorden ni comprometer la estabilidad de la industria hotelera que depende tanto de la inversión extranjera como de la confianza de los turistas.

El gobierno debe tomar medidas firmes para regular la situación en Friusa, pero sin permitir que actores políticos oportunistas conviertan el tema en una excusa para generar caos.

No podemos jugar con el turismo ni con la economía nacional por intereses particulares. La estabilidad del país debe estar por encima de cualquier ambición de poder.

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