El desperdicio de agua, inconciencia y crimen contra la vida misma

El desperdicio de agua, inconciencia y crimen contra la vida misma

Aunque quizás no de forma eficaz ni del todo sostenible, durante décadas a nivel local e internacional son muchos los métodos que se han utilizado para tratar de que pueblos y naciones adquieran la debida conciencia para preservar el agua y evitar cualquier medio de desperdicio.

Es probable que en buena medida la inefectividad haya residido en el hecho de que las campañas se han enfocado principalmente en el plano reactivo, sin sentar bases firmes preventivas que podrían contemplarse en los programas educativos desde los primeros años de la escolaridad.

Hay que fortalecer esta lucha para atraer la atención hacia los beneficios de la cooperación en la gestión del agua, que no admite descuidos y retrasos, toda vez que estudios de la FAO han advertido que uno de cada cinco países en vías de desarrollo tendrá problemas de escasez antes de 2030, sobre todo si no se detiene el derroche de este vital elemento.

Sin dejar de lado la esencial parte educativa para que la preservación de los finitos recursos hídricos sea respalda principalmente por convicción y conciencia, sin necesidad de mecanismos represivos, es innegable que esta crucial campaña por el agua amerita también leyes y mecanismos que obliguen a los ciudadanos a cuidarla.

Por ejemplo, se ha planteado que una vía práctica para disminuir el desperdicio en hogares, comercios e industrias sería la instalación generalizada de medidores de agua, ya que los usuarios tal vez se preocuparían más de establecer controles y corregir fugas, a sabiendas de que la dejadez los llevaría a sufrir perjuicios económicos, en un sistema en que el pago se aplica no por tarifa fija, sino en función de la cantidad de agua consumida.

Políticas populistas y clientelares hacen a veces que gobiernos y entidades públicas desistan o descontinúen el seguimiento a programas de este tipo porque son medidas antipopulares, aunque están llamadas a garantizar un servicio fundamental, ya que de seguir el desperdicio tendremos cada vez menos líquido disponible para las necesidades humanas.

Como la utilización desaprensiva no tiene consecuencias, o sea que no les pasa nada a quienes incurren en esa práctica impune, la gente bota agua a diario en el aseo personal y doméstico, así como en otras labores, sin tomar en cuenta que el agua es un bien finito y único, un recurso vital para los seres humanos. ¿Entonces, habrá que esperar los efectos de una escasez extrema para tomar conciencia sobre la necesidad de valorar y cuidar el agua?

Es común observar en las casas y también en establecimientos comerciales, cómo se deja abierta una llave mientras se lavan platos y otros utensilios. Lo propio ocurre cuando las personas se cepillan los dientes y el agua se deja caer en el lavamanos para perderse rápidamente a través del tubo de drenaje.

Mientras se avanza en la educación y en el marco de la celebración del Día Mundial del Agua, se impone impulsar iniciativas que tiendan a fomentar una utilización racional, tomando en cuenta el aporte de quienes abogan por la sensibilización y el cambio en torno a esta cuestión, por el desafío que plantea el hecho de que 768 millones de personas no tienen aún acceso en el mundo a una fuente mejorada de agua.

Este nuevo aniversario marca un hito porque pone en valor las interrelaciones entre el agua y la energía, mientras la población mundial necesitará un 35% más de alimento, un 40% más de agua y un 50% más de energía para la próxima década.

“El agua es vida, no la desperdicies, el agua que desperdicias hoy te hará falta mañana, no desperdicies el agua porque gota a gota se agota”, son algunos de los mensajes promocionales que nos invitan a reflexionar sobre este tema, que amerita una combinación de conciencia ciudadana y responsabilidad de los Estados para evitar que nos quedemos sin el vital líquido.

 

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