El deterioro lamentable del Metro

El deterioro lamentable del Metro

Los medios se están haciendo eco del deterioro visible y acelerado de los distintos componentes de los servicios del Metro. Las reseñas noticiosas hablan de cómo han dejado de operar los ascensores, y ni se diga de varias escaleras eléctricas de las estaciones de las dos líneas. Esto obliga a serias rectificaciones y acciones de corrección.
Además, la falta de mantenimiento es notoria junto a la carencia de limpieza de las estaciones con las paredes sucias y pisos manchados. Al menos se anunció que la zona aledaña a la estación de la línea I Mamá Tingó, en Villa Mella, fue limpiada y expulsados las decenas de buhoneros y vehículos de concho mal estacionados. Estos se habían adueñado del lugar, convirtiendo la estación en un caos. Ojalá que tal acción sea permanente y no como ocurre aquí que tales medidas se desvanecen al poco tiempo. Se vuelve de nuevo y con más fuerzas a lo acostumbrado del desorden, la suciedad y actuar como chivos sin ley.
Parece ser que la OPRET fue estructurada para la dirección y construcción de las líneas del Metro. Este, con las tres líneas, lo ha llevado a cabo de manera excelente, pese a todos los desafíos que ha enfrentado y resuelto. No han importado los costos superiores a los dos mil millones de dólares, pero el país cuenta con un sistema que con buen mantenimiento fuera de mayor satisfacción para los usuarios. Estos cada día abarrotan las estaciones y los trenes para desplazarse con rapidez y seguridad a sus destinos.
No hay dudas que la OPRET fue concebida como un organismo ejecutor del proyecto de construcción de las líneas. No se le puso énfasis al mantenimiento con el caso de los descuidos de los ascensores y las escaleras eléctricas. Esto no ocurre así con las unidades de locomoción que en un taller súper equipado reciben un cuidado esmerado. La supervisión cuenta con la vigilancia de los suplidores extranjeros de los equipos de última generación para evitar un colapso imprevisto.
Hay un vacío administrativo que le está costando caro al país, así como la buena fama que había conseguido a nivel regional por haber hecho realidad un sistema de transporte masivo por vías metálicas en un país subdesarrollado. Cada día las estaciones y los vagones se preñan con usuarios de las más diversas clases sociales para acudir a sus destinos de forma rápida y barata. Y con una demanda creciente.
Todos recordamos las grandes criticas y oposiciones que marcó el inicio de la construcción de la primera línea del Metro. Todos criticaban el proyecto y de que nadie iba a utilizar sus vagones. Todavía en el 2008 al iniciar sus operaciones normales la primera línea, las críticas no cesaban. Ahora en 2016, el tiempo le ha dado la razón a los gobiernos peledeístas que sus líderes mantuvieron su testarudez de ejecutar un proyecto muy caro para un país pobre. Esto se parece a la testarudez del doctor Joaquín Balaguer con su programa de construcción de grandes presas. Sin esos empeños balagueristas los padecimientos del país por falta de agua regulada hubiesen sido terribles.
Las líneas en servicio no dan abasto y los vagones de los trenes circulan la mayor parte de las horas de servicio repletos de usuarios. Estos en completo orden respetan la disciplina establecida. Los capitaleños de todos los sectores reclaman nuevas líneas en momento en que aflora el problema de la falta de mantenimiento.
La crisis por la falta de mantenimiento es un mal crónico y endémico de los dominicanos. No existe una obra, maquinarias o equipos en manos dominicanas que no sufra los descuidos normales de la raza. Al menos que no sea una empresa extranjera muy estricta con la preservación de la vida útil de equipos e instalaciones, ofreciendo el servicio para el cual fueron diseñados. Aquí como algo normal vemos cómo las obras y equipos se deterioran a ojos vista. Nos descuidamos en repararlas y devolverlas a sus condiciones de servicio tal como fueron diseñadas y construidas. Nuestra propia naturaleza y herencias genéticas impide racionalizar nuestras mentes de accionar y tomar las medidas para proteger obras y equipos que han sido colocados a nuestro cuidado. Por lo tanto, dejemos a un lado nuestra naturaleza de no importarle las obras y equipos y devolverle al Metro y sus equipos su utilidad y esplendor, tal como se le ofreció a los usuarios hace varios años.

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