KABUL. — Un brutal ataque hoy reivindicado por el grupo extremista Estado Islámico devastó un centro cultural chií en la capital afgana. Al menos 41 personas murieron y otras 84 resultaron heridas, muchas de ellas con quemaduras graves producidas por las intensas explosiones.
La agencia de noticias Aamaq, vinculada al grupo EI, dijo que se habían empleado tres ataques y un atacante suicida que se inmoló dentro del centro, un edificio de dos pisos donde se habían reunido decenas de personas para conmemorar la invasión soviética de Afganistán en diciembre de 1979.
La descripción de la agencia coincidía con los relatos de los testigos, que dijeron que un agresor había logrado entrar en el centro y se había inmolado con explosivos. Otras explosiones golpearon el edificio que también alberga la agencia de noticias proiraní Afghan Voice, otro posible blanco del ataque.
El portavoz del Ministerio del Interior Najib Danish había dicho antes que varios atacantes suicidas habían provocado una explosión ante el centro antes de atacar el interior.
En su comunicado a la agencia Aamaq, la milicia radical dijo que el centro estaba financiado por Irán y se utilizaba para propagar creencias chiíes.
Ali Reza Ahmadi, periodista de la Afghan Voice, dijo a The Associated Press que estaba en su oficina cuando la explosión sacudió el edificio. Subió corriendo de su oficina en el segundo piso a la azotea donde vio cómo salían llamas del sótano.
“Salté del tejado hacia el sótano, pidiendo a la gente que trajera agua para apagar el fuego”, dijo.
La sala de urgencias del cercano hospital de Istiqlal se vio sobrepasada por los muertos y heridos, indicó el director del centro, Mohammed Sabir. Se pidieron refuerzos de médicos y enfermeros para ayudar y en el momento de mayor actividad, más de 50 médicos y enfermeros trabajaban para salvar a los heridos, la mayoría de los cuales sufrían quemaduras graves.
La cifra de víctimas siguió subiendo a lo largo del día. Para el final de la tarde se habían contabilizado 41 muertos y 84 heridos, indicó Wahid Mujro, portavoz del Ministerio de Sanidad Pública.
El centro cultural, un edificio de dos plantas, se encuentra en el humilde barrio de Dasht-e-Barchi, de mayoría chií, en la zona oeste de la capital. Se trata de una estructura sencilla rodeada por viviendas de adobe en las que viven algunos de los más pobres de Kabul.
La filial afgana del grupo Estado Islámico, formada por extremistas suníes, ve a los chiíes como apóstatas. La rama del grupo EI en Afganistán agrupa a milicianos uzbecos del Movimiento Islámico de Uzbekistán, que se separaron de los talibanes, y a insurgentes desencantados que han abandonado a la más grande y establecida fuerza talibán.
Ante el aumento de los ataques contra chiíes en Kabul ha crecido el miedo entre los vecinos de la zona. La mayoría de las escuelas tienen guardias armados adicionales salidos de la población local. Aun así, Ramazandada dijo que la seguridad en el centro cultural era escasa.
El presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, describió el ataque como un “crimen contra la humanidad”.
“Los terroristas han matado a nuestra gente. Los terroristas han atacado nuestras mezquitas, nuestros lugares sagrados, y ahora nuestro centro cultural”, indicó en un comunicado publicado por el palacio presidencial, en el que afirmó que estos atentados son ataques contra el islam y “todos los valores humanos”.
Por otro lado, seis niños pastores de entre 8 y 10 años murieron en la provincia norteña de Balkh al estallar una bomba caminera, según el gobernador del distrito de Dawlat Abad, Mohammad Karim.
Afganistán tiene la cifra de víctimas por minas más alta del mundo. Se cree que cada mes 140 personas mueren o resultan heridas por minas y otras bombas colocadas en los caminos del país.
Además, tres policías murieron y otro resultó herido durante la noche en un ataque talibán contra un puesto policial en la provincia central de Ghazni, indicó Mohammad Zaman, jefe provincial de policía.