El día del amor y la amistad

El día del amor y la amistad

Ayer celebramos el día de San Valentín, representado por un angelito con cara de melancolía, que aún siendo un ángel, el mentado “Cupido” no deja de ser tramposo. Esto así, pues cuando el ingenuo arquerito nos flecha con su saeta, nos lanza de un tirón a vivir: sueños, ilusiones, imaginaciones, entregas y celos, esa extraña mezcla de un ardiente sol con ese “algo” tan claro como el agua clara.

Esa sensación que puede derribar montañas y nos hace perder el control de todo. Sensación humana tan compleja, que sólo los poetas tienen la capacidad de entenderla y de describirla. Esa pasión carnal, que nace a la vista de la persona hermosa, pero que sólo en el humano se refina y espiritualiza, pues el “deseo” es universal, y por ello vemos que los animales también lo disfrutan.

Cada quien ama algo distinto, es muy particular, uno desea esto y otros aquello. Nos permite despintar de lo humano al ser amado, le desdibujamos las imperfecciones, esas que todos los vivientes tenemos, para así concebir la persona amada perfecta en nuestros corazones.

Esa complejidad llamada “amor”, tiene igual que la felicidad una definición muy particular en cada uno de nuestros cerebros. Así que no puedo yo intentar tener la sapiencia de un Octavio Paz, un Benedetti, un Neruda o de un Amado Nervo, sería yo muy pretensioso en procurar igualarlos, todo esto por mis limitadas condiciones neuronales.

En vista de esto prefiero quedarme en mi campo neurológico y trataré de “conversar” con mis benévolos lectores sobre la felicidad, enfocada en los aspectos de las relaciones gratificantes y de lo moderno que hasta hoy conocemos de ella en el cerebro. La “eudemonia” es la palabra griega que se traduce como la felicidad o el bienestar. Se ha propuesto el término “florecimiento humano” como una traducción más completa. En la moderna piscología ésta se resume en seis factores: autonomía, crecimiento personal, auto-aceptación, propósito de la vida, dominio ambiental y relaciones positivas con los demás.

Noten ustedes que la felicidad guarda una muy estrecha relación con nuestras buenas relaciones con los demás, nadie puede ser feliz solo: todos necesitamos de nuestros familiares y amistades, de las relaciones gratificantes. La felicidad es muy contagiosa, confirmado con el estudio de Christakis y Fowler en la ciudad de Framinghan (Massachusetts), tras 32 años de estudio.

Dicho estudio arrojó que aquellos que estaban en contacto con personas felices, aumentaban un 15 por ciento su satisfacción. La felicidad produce “contagio social”, lo demostró el estudio Add-Health, de la Universidad de Carolina del Norte, en 90,000 escolares, los jóvenes con buenas relaciones interpersonales con sus familiares y amigos, eran más felices que los demás. Por eso la importancia de evitar las relaciones tóxicas, esos personajes nocivos, amargados y frustrados, sin alegría de vivir.

La ciencia ha tratado siempre de “encasillar” en términos muy rígidos y replicables todas las acciones humanas y la felicidad no escapa a ello. Un grupo del University College de Londres ha desarrollado una ecuación para estudiar la felicidad. Ecuación matemática que ha sido probada en más de 18 mil participantes. Otro grupo de neurocientistas han demostrado en el cerebro, con la resonancia magnética funcional, que el área del núcleo estriado es el que más interviene cuando se toman decisiones correctas con resultados felices.

Es parte de los ganglios basales, estructuras cerebrales profundas ricas en dopamina, uno de los neurotransmisores de la felicidad. La verdadera felicidad no necesita de riquezas ni opulencias, sino de que usted bien ame y sea bien amado, de su estabilidad emocional, de la capacidad de usted complacerse con afectos simples y la compañía de amigos verdaderos. Penoso es sustentar la felicidad en lo trivial, la suntuosidad y vanidosos tesoros.

El paso de los años nos enseña muy sabiamente que cada vez necesitamos menos materialidad para ser plenamente felices. Ayer, no tuvo usted para ser feliz que regalar el diamante azul más grande del mundo (el Harry) que cuesta US $25 millones, o brindar con el champagne de Dom Perignon, el Rosé Vintage 2013, de Jeff Koons (US$20,000). Lo que importa, por encima de todo, es que usted haya pasado el “día del amor y la amistad” muy feliz, con sencillez y mucha alegría. Disfrutando plenamente del divino encanto del refulgente amor en sus numerosas manifestaciones, así como de la amistad placentera y trascendente de sus amigos. ¡Un abrazo muy fraterno para todos!

 

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