El Día del Médico

El Día del Médico

Pronto celebraremos el Día del Médico; llegará en medio de enfrentamientos y luchas gremiales. Todo en el ejercicio médico ha cambiado, hasta la expresión misma de la enfermedad ante el choque de los sueños con la realidad  y de la frustración en muchos órdenes. Las dificultades experimentadas ante la carestía de los servicios, el aumento de la población, la deshumanización, el aislamiento, la falta de vínculos, y así la degradación de la sociedad en muchos aspectos.

Debe seguir siendo el paciente, la razón de ser de nuestra existencia, la persona que es materia y espíritu. No es sustancia, no es un ente del que resulta una actividad, es por el contrario estructura viva y unitaria, que merece el mejor servicio del espíritu de ese profesional que decidió servir aún en esta realidad actual trabada y complicada, en razón  de que hoy en gran medida prima lo material, sólo aquello que es tangible, lo que se cuenta y se toca.

Hoy más que nunca, la práctica de la medicina se enfrenta a una gran responsabilidad, la de no sólo aportar sus conocimientos para la mejoría del enfermo, sino que tiene además una obligación ética, moral y legal. Los efectos indeseados o indeseables que producimos por negligencia u omisión acechan a cada momento, pues los médicos participamos particularmente del juego más vital en el humano. En medicina saber mucho de una sola cosa (la súper-especialización) o el saber escasamente de todas, son dos formas de la misma ignorancia. Encontrar el punto intermedio de equilibrio es la sabiduría.

Sería filosófico preguntarse la verdadera significación del médico en el universo nacional en nuestro día, evidentemente no se puede contestar esta pregunta sin antes haber contestado la de qué es la realidad. Esta realidad nuestra no escapa a lo que Josué de Castro llamó en la década de los sesenta el “mal del hambre”, que es una combinación de miseria y hambre con los más variados matices, desde la forma global, cuantitativa que transforma  a sus víctimas en verdaderos espectros vivientes, hasta las formas más discretas de las llamadas hambres ocultas o especificas, en que la carencia intelectual y cognitiva participa de manera preeminente.

Esta profesión de nuestros amores está reaccionada con la antigüedad. Los antecedentes de las agrupaciones médicas se remontan a la medicina griega donde se dan los primeros indicios de asociación médica como colectivo profesional. Así los médicos se unían en la antigua escuela de Cos en una especie de corporación que eran las esclespíadas, donde a través de una promesa (juramento Hipocrático o de las esclespíadas) todos los miembros se comprometían a dedicar su vida y su trabajo al enfermo, y a respetar unos determinados principios y preceptos frente al conjunto.

En el siglo XVI son creados los colegios profesionales modernos con el objeto de mejoramiento, protección, instrucción y el mutuo apoyo de los profesionales en este arte hipocrático, siendo el primero el Royal Collage of Physicians de Londres, institución que es considerada como una de las más prestigiosas del mundo. El segundo creado es el Confiriere de San Come, para los cirujanos franceses.

Volviendo a la actualidad, creemos que el diálogo franco es lo único que recompensa, y que la justeza de las peticiones y demandas deben ser valoradas en contextos enmarcados en las realidades económicas. Si le damos erróneamente el vínculo partidista, las demandas médicas se convierten en “capital político”, muy divorciadas de acciones que deben ser puramente profesionales, y no podemos caer nunca en el plano similar al de  masas glebosas y chusmeriles. Entonces ese médico se igualaría por sus métodos de lucha, a un chofer de guagua con barba o a un estudiante encapuchado de la UASD, y nada más distante de la solemne investidura médica.

Donde lo que debe primar hoy para el médico es el engrandecimiento científico, fortaleciéndose, luchando con honorabilidad por su bienestar. Creemos que el momento impone la reflexión.

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