El día después

El día después

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Amanece. Buenos días. La ciudad se despereza lenta y sabiamente. Comienza la jornada. Es, el día después. Las votaciones fueron ayer. El pueblo escogió. Los electores acudieron a las urnas a elegir a quienes entienden son los mejores.

Los electores, como siempre, fueron a sufragar en orden. Formaron las filas, chancearon, se tiraron puyas políticas, confraternizaron. Luego, a la mesa electoral. Votaron.

Todos y todas los que fueron a votar lo hicieron de manera libérrima, sin presiones, sin nadie que le indicara qué hacer, aunque sí, en muchos casos, cómo hacerlo. El momento cívico fue importante para la construcción y mantenimiento de la democracia.

En República Dominicana el sistema funciona. Funciona porque el pueblo quiere. Funciona porque el dominicano no abandona su partido.

Funciona porque el partido aún es una esperanza de mejoría personal y colectiva.

Funciona porque, pese a todo, la junta de muchos detrás de una bandera aún concita el interés.

Funciona porque mucha gente entiende que el partido es la vía correcta para canalizar sus preocupaciones, inquietudes, aspiraciones.

Funciona porque se cree en la palabra y las promesas de los políticos.

Y el pueblo vota, castiga, premia, eleva, sube y deja caer con la sabiduría del que busca en medio de la oscuridad y ve una luz al final del túnel y si esa luz es incierta, cava, hurga, martilla, construye otra vía, en busca de algo mejor que lo mejor no llega, se aleja, se distancia.

Amanece el día después.

Lo llevo dicho durante muchos años y lo repito aunque no recuerdo dónde lo leí o lo escuché: pase lo que pase, mañana saldrá el sol.

Siempre, no importa cuán oscura o estrellada haya sido la noche, independientemente de si hubo frío o calor, tempestad o calma, pase lo que pase, mañana saldrá el sol.

Aprender eso, que parece tan sencillo, es importante para la persona, para la familia, para el grupo, para el partido, para el país, cuando amanezca, el día después, la vida sigue.

Hay que ver, entonces, al pasar balance, al iniciar el día, cómo terminó el de ayer y el de anteayer y muchos días antes.

Hay que pensar si este día de hoy, este día después, el balance es positivo o negativo.

Hay que recordar si hemos vivido para el bien o hemos actuado a favor del mal.

Hay que examinar el pasado para proyectar el futuro. Y, en la vida si el pasado no es limpio el futuro tendrá muchas lagunas y puntos negativos que indefectiblemente surgirán.

Las malas costumbres, las malquerencias, el ensoberbecimiento, la conducta quebrada y la maldad soterrada, saldrán a flote mejor temprano que tarde.

El examen de conciencia del día después es un importante ejercicio que deben hacer los ganadores y los que no ganaron, los que alcanzaron la victoria y los que analizan la derrota.

Ese examen de conciencia puede arrojar sólo dos conclusiones: lo hice bien; no lo hice bien.

Insulté, descalifiqué, ninguneé, cometí toda suerte de bajezas.

Respeté, actué correctamente, no falté el respeto a ninguno, postulé mis mejores ideas, mis mejores proyectos, tengo la conciencia tranquila.

Al final, todos sabemos cuál ha sido nuestra conducta y si somos dignos de ser llamados hombres de bien.

Un simple examen de nuestras actuaciones nos dará el resultado.

Salió el sol, brilla para ganadores y perdedores. La vida sigue. El triunfo o la derrota están, siempre, al doblar de la esquina.

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