El día en que la corrupción fracasó

El día en que la corrupción fracasó

Rafael Acevedo Pérez

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Desde el punto de vista de la sociedad como sistema, la corrupción puede ser entendida como un mecanismo de ajuste, de redistribución del ingreso y del poder, y como amainadora del conflicto social estructural.

Los “pecados originales”, los problemas y las injusticias sociales, existen en todas las sociedades. Mas, para fines de análisis, debemos poner a un lado las valoraciones éticas.

Según conocedores, gran parte los dineros provenientes del narcotráfico en países desarrollados y subdesarrollados, van parar a los productores y traficantes, quienes adquieren mercancías allá y las envían a nuestros países.

Esas mercancías son convertidas en dineros limpios que van luego a los bancos, y son desde entonces “dinero sano”, aumentando su liquidez y obligándolos a prestarlos a bajas tasas de interés, y así favoreciendo a diversos sectores de nuestras economías.

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Años atrás, un acaudalado banquero exponía su gran preocupación por la corrupción administrativa en el Estado; sin embargo, en nada se refirió al origen de muchos dineros de los que circulan en los negocios lícitos, incluyendo los bancos.

Robert Merton hubiese anotado que, al final del circuito de reciclajes y canjes, las clases medias, por ejemplo, compran automóviles nuevos mientras pasan los usados a familiares y empleados; quienes, a su vez, pasan sus autos viejos a personas más pobres que, a continuación fungen orgullosos como propietarios, hasta el momento en que, por escasez de piezas y dinero para repararlos, terminan dejándolos podrirse de moho y suciedad al frente de sus viviendas; obstruyendo el tránsito barrial, contaminando visual y físicamente los escasos espacios comunes, haciendo más miserable la vida de los pobres habitantes de esas áreas.

La mecánica de nuestro modelo capitalista subdesarrollado está íntimamente ligada al capitalismo desarrollado.

Tanto ellos, los desarrollados, como nosotros ocasionalmente expresamos condenas y protestas, como individuos y como agrupaciones sociales y políticas, que a menudo son solamente mecanismos de desahogo del mismo sistema.

Se trata de un modelo de supervivencia simbiótica entre el desarrollo de allá y el subdesarrollo de aquí.

El candor y la desesperación de los pobres y la gente común los mueve a condenar el capitalismo oligárquico local o internacional; a menudo sin saber que los modelos socialistas también acuden a formaciones ilegales e inmorales de solución de problemas.

En general, ni los capitalistas de allá ni los locales se ocupan seriamente en mejorar o romper estos circuitos y mecanismos de riqueza-pobreza, que son precisamente los que permiten al sistema sobrevivir; y continuar nosotros en el papel de compradores de sus productos caros, vendiéndoles baratos los productos nuestros.

Mientras tanto, sin confesarlo, a menudo soñamos con reformadores como Lee Kuan Yew o Nayib Bukele, quienes han sido muy exitosos contra la corrupción en Singapur y El Salvador. Muchos desean una especie de “juicio final”… pero que no le toquen a sus coimas y chequecitos “por la izquierda”.

Mientras, si no surgen medidas extremas contra la acumulación de vehículos y el desorden vial, podrían surgir situaciones y soluciones extremas, o anti sistémicas. De esas que suelen no gustarle a nadie.

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